España tenía que pagar más de un 7% de interés por pedir dinero prestado, nuestra prima de riesgo superaba los 600 puntos básicos y el Ibex llegó a cotizar por debajo de los 6.000. Era julio de 2012.

España estaba recién rescatada, se había formalizado la solicitud de ayuda a la banca y en Europa la posible ruptura del euro se había convertido en conversación habitual a la hora del aperitivo. Entonces llegó él: Mario Draghi. Era 26 de julio.