La recapitalización preventiva de BMPS contrasta con la intervención de Banco Popular, cuyos accionistas perderán toda su inversión. En Italia, sin embargo, solo asumirán parte del coste para salvar la entidad. La diferencia: la inversión pública previa por parte del Gobierno.

Los desatinos en la intervención de Banco Popular, las extrañas prisas, los informes opacos y la resolución final, en la que los accionistas y tenedores de deuda (exceptuando la senior) perderán toda su inversión, llevan al sector financiero a preguntarse si no se podía hacer lo mismo que con BMPS (Banca Monte dei Paschi di Siena): una recapitalización preventiva.

El motivo por el que el camino a seguir por ambas entidades (Banco Popular y BMPS) ha sido tan distinto reside en la forma en los gobiernos de Italia y España han encarado el problema. El Gobierno de España prefería evitar la entrada de dinero público, mientras que Italia apuntaló al banco más antiguo del mundo en diciembre.

De esta forma, el Estado italiano se convirtió en accionista de la entidad antes de que entrara en vigor una modificación de la normativa europea que lo hubiera impedido. Con estas cartas, fue el propio presidente del Banco Central Europeo, el italiano Mario Draghi, quien recomendó aplicar una norma excepcional dentro de los mecanismos de resolución. Esa excepción permitía realizar una recapitalización preventiva desde el propio ejecutivo de un país, siempre que esté garantizada la solvencia y la continuidad de la entidad a la que se le inyecta el dinero. Gracias a la garantía de los 5.000 millones que el Gobierno de Italia destinó a BMPS, la entidad nunca tuvo problemas de liquidez, ni tampoco para acudir al ELA, la línea de crédito de emergencia del Banco Central Europeo.

Banco Popular no tuvo tanta suerte. Los vaivenes en su directiva complicaron una ampliación de capital que habría servido para dar mayor liquidez a la entidad, y el ministerio de Economía, con Luis de Guindos a la cabeza, nunca contempló la ayuda desde el punto de vista público. En el peor de los casos, estaban dispuestos a asumir la absorción de Banco Popular a través de Bankia, pero inyectar directamente no era una opción. Lo que sigue sorprendiendo es que cuando Banco Popular, la noche antes de su rescate, se quedó sin liquidez y sin colaterales que garantizasen la línea de emergencia del BCE, el Gobierno no se ofreciera como garante, permitiendo la continuidad de Banco Popular. Aunque eso sólo hubiera servido en caso de ser, como dicen las autoridades, un problema estrictamente de liquidez.