Desde la victoria de Donald Trump en las elecciones estadounidenses del año pasado, el índice Dow Jones de Industriales ha cerrado en más de 70 ocasiones en máximos históricos. El índice acumula una subida del 28,5% desde aquel 8 de noviembre de 2016. Curioso, porque en la madrugada del 8 al 9 de noviembre en la que empezaban a conocerse los primeros resultados del recuento, y ya se apuntaba a que Trump vencía a Hillary Clinton, el futuro del Dow llegó a caer 900 puntos. ¿Por qué el peor candidato pasó a convertirse en una buena opción, sobre todo para las bolsas? Porque Trump generaba mejores expectativas para muchos politólogos y economistas, que empezaron a explicar aquella madrugada que la victoria del republicano traería crecimiento e inflación a Estados Unidos, dos grandes aliados para los mercados financieros.

El año uno de la era Trump ha venido acompañado de promesas de menos regulación financiera, más inversión en infraestructuras y una reforma fiscal. Aunque estos tres frentes están todavía en proceso de desarrollo, forman parte de la gasolina que las bolsas estadounidenses han utilizado para seguir subiendo (no olvidemos que el mercado americano sube desde marzo de 2009). Trump no es el único artífice de la escalada de los mercados en el último año, ni mucho menos. La subida de los beneficios empresariales y la liquidez que todavía tiene el mercado ante un proceso pausado de normalización de la política monetaria, son factores clave para explicar la escala del mercado estadounidense. Pero ello no quita que la fotografía que deja Trump en la bolsa un año después de ser elegido, sea llamativa: el Dow Jones sube en los últimos doce meses un 28,5%, el S&P un 21% y el Nasdaq Composite un 30%. En estos doce meses, los sectores del S&P que mejor se han comportado han sido el de tecnología (Hardware +40% y semiconductores +50%) y el financiero (con subidas del 35%). Lo peor en el S&P500 en el último año ha sido el sector de telecomunicaciones, con una caída del 8,5%.