Italia se ha convertido en el primer país del G7 en unirse a la nueva Ruta de la Seda china, el gran proyecto de conexiones e infraestructuras con el que Xi Jinping quiere conquistar el mundo. Reviviendo el antiguo periplo de Marco Polo en la Edad Media, la iniciativa abarca ya a más 60 países de Asia, África y Europa; pero la unión de Italia como socio prioritario en el Viejo Continente supone un cambio significativo en la hoja de ruta y da alas a los sueños de Pekín.

El peso simbólico y político que tiene el país transalpino en Europa y el hecho de que a pesar de sus perennes problemas financieros es la octava economía mundial, permiten dar a China un paso significativo en sus ansias expansionistas. Otros países de la región como Grecia, Hungría y Polonia ya han firmado acuerdos de colaboración con Pekín, pero incluir a uno de los socios fundadores de la Unión Europea y la tercera economía de la eurozona son palabras mayores.

El primer ministro italiano, Guiseppe Conte, firmó el sábado el “memorándum de entendimiento”, y, aunque no es vinculante, abre la puerta a un incremento del comercio entre ambos países que ya alcanzó un máximo histórico de 54.200 millones de dólares en 2018. Actualmente, China es el mayor socio comercial de Italia en Asia, mientras que el país del sur de Europa es el quinto socio comercial de China en la UE.

La firma de Conte llega a pesar de las preocupaciones occidentales, incluida la férrea oposición de Washington. Los aliados piensan que el acuerdo podría dar más influencia a Pekín, su rival sistémico, en Europa y en el mundo occidental. Estados Unidos teme directamente un “caballo de Troya” con el que Pekín pueda penetrar fácilmente en territorio europeo. La Casa Blanca ha desaconsejado a Italia su adhesión a la iniciativa One Belt, One Road, mientras en plena guerra comercial trata de evitar que las empresas chinas participen en la extensión de las telecomunicaciones 5G en zona aliada.

Otro de los argumentos esgrimidos por Estados Unidos es que, con una deuda pública equivalente al 130% del PIB, Italia podría caer en lo que se ha denominado “endeudamiento trampa” en la estrategia expansionista de Pekín.

Por su parte, Bruselas teme que el acuerdo con China provoque divisiones y beneficie únicamente a las compañías del gigante asiático o ponga el riesgo el mercado único y los “valores económicos y sociales de la Unión”. Pero la realidad es que no existe una estrategia europea común ni frente a China ni frente a sus redes de telecomunicaciones. Frente a la habitual imposición de la visión del eje franco-alemán en las estrategias comunitarias, los países más pequeños prefieren negociar por su parte para intentar sacar más rédito.

¿Quién es Michele Geraci?

Se habla de Michele Geraci como el artífice en el cambio de rumbo italiano. Es actualmente el subsecretario de desarrollo económico del país pero ha vivido en China durante más de una década y es prácticamente un admirador de las políticas de Pekín.

Su idea es impulsar las exportaciones italianas, a la zaga respecto a sus socios europeos. Geraci pretende aumentar las ventas al exterior a China en 7.000 millones de euros, para ponerse en línea con Francia. Por el momento, Xi Jinping deja a su paso por Italia 19 acuerdos institucionales y 10 comerciales, donde destacan el sector energético, las infraestructuras, los transportes, la tecnología y la banca, por una cantidad que podría ascender a 20.000 millones.

Una de las claves está en los puertos italianos, especialmente los de Génova, Palermo y Trieste, que servirán de vía de entrada de las mercancías chinas para distribuirse posteriormente al resto de Europa. Unos puertos que podrían conectar con los muelles africanos que ya se han unido a la Ruta de la Seda y los que les vendría bien recibir financiación extra para renovar sus infraestructuras deterioradas.

Y es que Italia lucha contra décadas de estancamiento económico, y la consecuente pérdida de influencia política, por lo que su noviazgo con China podría ser muy fructífero, especialmente después de haber entrado en recesión técnica a finales de 2018.

No es el primer acercamiento de Italia al gigante asiático ya que anteriores gobiernos han dado pasos similares, pero si podría suponer un antes y después, no solo para el país sino para toda Europa.