La inflación "pegajosa" que afecta a los productos alimenticios básicos no es una simple percepción ciudadana sino una dura realidad, según confirma un reciente informe del Instituto de Investigación Urbana de Barcelona. El estudio revela que los alimentos más económicos han experimentado un incremento de precios del 37% entre 2021 y 2024, frente al 23% de alza que han sufrido los productos de gama alta. Hablamos con Adriá Rodríguez, investigador del área de Ecología y Urbanismo de Idra.
Escucha la entrevista completa en el siguiente podcast de Mercado Abierto:
Los ciudadanos percibimos que desde la pandemia han subido los precios. Hoy hablamos de baratoflación con Adriá Rodríguez, investigador del área de Ecología y Urbanismo de Idra.
El fenómeno de la "baratoflación" golpea a los más vulnerables
Adriá Rodríguez explica que este fenómeno, conocido en inglés como "cheapflation", afecta desproporcionadamente a los sectores más vulnerables de la población. "Hay un sesgo, digamos, de clase. Afecta más a los hogares con menor renta", señala el experto.
Entre los productos más afectados destaca la carne de ganadería industrial, debido a su alta dependencia de insumos energéticos y materias primas importadas. "La ganadería industrial depende por ejemplo de soja importada de Brasil o de Estados Unidos producto de la deforestación amazónica", explica Rodríguez.
El investigador desmiente que esta situación responda a las leyes tradicionales del mercado: "El mercado de la alimentación no opera según lo que entendemos que son las leyes de la oferta y la demanda. La alimentación al ser un bien de primera necesidad, la gente no deja de comprar alimentos y de alimentarse".
Concentración empresarial y especulación financiera
El informe señala que los márgenes del sector agroalimentario han crecido más del 38% desde 2020. "Mientras se producía este incremento de precios, las grandes empresas del sector agroalimentario español han incrementado sus beneficios", denuncia Rodríguez.
Otro factor determinante es la financiarización de las materias primas agrícolas, sometidas a especulación en mercados financieros. "Una forma de especular es creando escasez artificial. Hay grandes fondos de inversión que compran una gran cantidad de habas de soja, las retienen en puertos o en graneros industriales para crear escasez artificial", detalla.
Para revertir esta situación, el investigador propone tres líneas de actuación: "La alimentación tiene que estar liderada por el sector público. Hay que incrementar y reforzar los mercados mayoristas públicos, los mercados municipales públicos". Además, aboga por la regulación de precios y por cambiar las reglas de financiación de la Unión Europea para que "las subvenciones públicas no tengan que ir a los que más tienen, sino a los que menos tienen".
