La economía de Australia se desaceleró bruscamente en la segunda mitad del año pasado, afectada por un frenazo en el consumo interno y la ralentización en la construcción de viviendas y la inversión en propiedades. Ha experimentado su periodo de seis mese más débil desde la crisis financiera mundial.

El Producto Interior Bruto (PIB) se expandió un 0,2% en el cuarto trimestre de 2018, frente al aumento esperado del 0,3%, mientras que en tasa anual el crecimiento fue del 2,3%, tres décimas por debajo de las expectativas del Banco Australiano de la Reserva. Las dudas se han trasladado al mercado de divisas, enviando al dólar australiano a un mínimo de dos meses frente a su par estadounidense.

Las autoridades hablan de "moderación del crecimiento", pero las cifras enfrían las perspectivas del banco central del país, que recientemente ha mantenido los tipos de interés en el mínimo histórico del 1,5% y pronosticaba un crecimiento del PIB del 3% este año. El mandato de Philip Lowe en el organismo monetario ha estado marcado pro el momento por su resistencia a reducir aún más el precio del dinero, ante la creencia de que un mercado laboral lo suficientemente sólido impulsará el crecimiento de los salarios y acelerará la inflación.

El jefe de la oficina del Tesoro, Josh Frydenberg, ha explicado que "la moderación refleja el impacto de la sequía, una menor inversión minera, en momentos en que seguimos desplazándonos de la construcción a la producción, así como un declive en la construcción residencial".

A pesar de ello, Frydenberg es optimista y confía en el estado de salud de la economía. La realidad es que aunque el crecimiento se desacelere, Australia sigue en un oasis económico y va camino de registrar su vigésimo octavo año de crecimiento.


Pero las cifras también amenazan las perspectivas de reelección del gobierno conservador del país en los comicios de este año, con el mantra económico "empleos y crecimiento" como principal baza.


Una de las grandes dudas es qué pasará con el consumo privado y la desaceleración del PIB per cápita. Aunque resiste, el crecimiento salarial es casi inexistente, los ingresos de los hogares están estancados, y el consumo interno representa en torno a un 57% del PIB de Australia. Apenas a aportado un 0,2% al crecimiento y esta debilidad en los ahorros y el gasto ya ha pasado factura a las cajas de las grandes empresas del país.


Las cadenas de supermercados Coles y Woolworths registraron ventas decepcionantes en el segundo semestre del año pasado. Las ventas cayeron en la minorista de electrónica Harvey Norman Holdings y el miércoles la cadena de tiendas por departamentos más grande del país, Myer Holdings, anunció su quinta caída consecutiva de ingresos en el semestre.

Por otro lado, la desaceleración del mercado inmobiliario en el país, anteriormente en auge, se ha convertido en un importante punto de incertidumbre para el RBA, que el mes pasado recortó sus previsiones de crecimiento e inflación y se alejó de un sesgo de endurecimiento anterior.

La caída de los precios de las viviendas, especialmente en las grandes ciudades, ha afectado a la construcción de viviendas, otra de las razones de los resultados del cuarto trimestre.

El gasto público ha sido el único aspecto positivo en los datos que se han conocido hoy. Tanto los gobiernos nacionales como estatales han invertido en carreteras, puentes y ferrocarriles, entre otros elementos, que han apoyado al crecimiento.

Los rumores sobre un incremento de los estímulos fiscales y otras medidas de apoyo del RBA crecen en este contexto. Ante las posibles elecciones en mayo se espera que el Gobierno anuncie recortes de impuestos para atraer votantes y que las empresas posterguen decisiones de contratación cerca del periodo electoral.