(Rio de Janeiro) - El signo monetario brasileño se devalúa a su mínimo valor desde la implementación del Plan Real en 1994. Más allá del escenario global de desplome en el precio de las materias primas, el alza de tasas en Estados Unidos o la desaceleración china, la noticia que sacudió al mercado financiero local fue la inesperada reacción del Banco Central.

Inmerso en un contexto de incremento en las presiones inflacionarias, el Comité de Política Monetaria sorprendió a los operadores al decidir mantener estable la tasa de interés (SELIC). Mientras se esperaba un alza de al menos medio punto, la autoridad monetaria se inclinó por mantener la referencia en 14,25%.


La sensación general es de interferencias políticas sobre las decisiones del Banco Central, alejándose de las recetas ortodoxas para contener la inflación e intentando inyectarle algo de oxígeno a la asfixiada economía. La llegada Nelson Barbosa al Ministerio de Economía el pasado mes de diciembre trajo una visión más heterodoxa en el manejo macroeconómico y abundan las sospechas de presiones del ejecutivo sobre la autoridad monetaria. El propio Barbosa defendió durante su intervención en el Foro de Davos una participación activa del Banco Central en el estímulo al crédito.

El dólar se disparó hasta los 4,16 Reales en una jornada en donde las monedas emergentes vivieron una tímida recuperación. El divorcio entre el movimiento del signo monetario brasileño y los de otras economías semejantes pone de manifiesto la preocupación de los inversores sobre las particularidades locales.

Por Santiago Pérez desde Rio de Janeiro. 
Licenciado en Relaciones Internacionales
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