Desde tiempos modernos, el PIB se ha convertido en un indicador del bienestar de un país. Si la economía crece, entonces todo debe estar bien. Si se contrae, será que no tanto. Pero el espejo en el que nos hemos estado mirando se parece más al de un parque de atracciones que al de un baño. La imagen reflejada en el él está burdamente distorsionada y cada vez se contradice más con la realidad. Nuestro espejo económico está roto.

Con estas palabras, David Pilling cuestiona al PIB en su libro ‘El delirio del crecimiento’. Una obra en la que pone en duda esta herramienta como termómetro eficaz para medir la salud económica de un país. Hemos tenido el placer de hablar con él acerca de nuestra obsesión por el crecimiento o, más bien, nuestra obsesión por el PIB y cuáles serían otras variables para medir de forma más correcta la evolución económica de un país.

Escucha aquí la entrevista completa:



P.: ¿Estamos obsesionados con el crecimiento? ¿Le damos demasiada importancia a cifras como el PIB?

R.: Creo que estamos obsesionados con el PIB, se ha convertido en la herramienta favorita para medir lo bien o mal que lo hacen las sociedades. Y creo que tiene muchos problemas. No creo que sea una herramienta sin valor, pero sí que deja fuera otras áreas importantes. Por ejemplo, el PIB no nos dice nada sobre cómo se distribuye la riqueza. Así que puedes tener una sociedad creciendo muy rápido, pero el viejo PIB muestra un número muy limitado de gente. Y, de hecho, no me lo estoy inventando. Es verdad y se puede aplicar a América, a Angola. Y podrías tener un PIB que esté generando crecimiento este año y el próximo, pero a lo mejor no en 10 años porque estás utilizando todos tus recursos y se están agotando. Podrías tener un PIB que el gobierno no haya empleado bien.

Por ejemplo, en América, donde el PIB generalmente ha crecido bastante durante varios años, la esperanza de vida es cada vez menor. Ha ido bajando entre la población blanca que no ha ido a la universidad desde el año 2000 pero en los últimos dos años ha bajado para todos. Es muy poco lo que ha bajado pero la clave es que lo ha hecho. Y aun así el PIB nos transmite que todo es maravilloso, que la economía está en su mejor momento. Por eso creo que tenemos que mirar también otras cosas y que el PIB se ha vuelto algo demasiado importante en nuestras cabezas como medidor de lo bien que va un país.

P.: De hecho, usted en el libro pone varios ejemplo. Por ejemplo, que cuando grandes cifras hablan de mejora en clase media incluyen a todos los chinos y son medias mundiales en las que a veces el occidental de turno no tiene porque verse reflejado.

También cuenta que hay determinados aspectos que no se miden en el PIB y que si se midiera cambiaría mucho la economía. Pone por ejemplo la labor de las mujeres en concreto habla de Australia y de cómo no se computa la leche que dan a sus hijos cuando la leche de vaca sí se computa. ¿Cómo habría afectado esto al PIB de Australia? La economía es mucho más de lo que nos dicen.

R.: Exacto, lo que digo es que usamos el PIB para comparar distintas sociedades y lo bien o mal que lo están haciendo y tendemos a ser muy simplistas. Decimos: esta economía está creciendo rápido por lo tanto va bien, y ésta está creciendo más despacio y por lo tanto va mal. Pero no siempre comparamos cosas semejantes.

Italia, por ejemplo, empezó a tener más en cuenta algunos aspectos de su “economía gris”. Parte de ello, como la mafia, el crimen… sólo una parte, no todo. Y, de repente, la economía italiana fue mayor que la británica. Fue muy celebrado ese sorpasso en Italia, de repente eran más grandes que los británicos. En esencia, esto muestra que ésta es una naturaleza muy arbitraria y, sin embargo, todavía nos tomamos esta herramienta demasiado en serio. Ésa es una de las ideas de mi libro: vamos a mirar qué está en el PIB y qué no. No nos tomemos este número tan en serio y pensemos en términos más generales sobre cómo definimos lo bien que lo está haciendo una economía. Incluso, más que una economía, una sociedad. Porque la economía no lo es todo.

P.: También hay que tener en cuenta la evolución del PIB. Quien es conocido como el padre del PIB consideraba que determinadas variables, como el ocio o la prostitución, lo tergiversaban. De cómo se empezó a computar el PIB a cómo se computa ahora hay una diferencia abismal.

R.: El PIB se inventó en la década de 1930 bajo el mandato de Roosevelt y él acudió a un economista llamado Simon Kuznets para que pensara cómo comprimir todo lo que hacen los humanos en una sola cifra. Y para nosotros ahora es difícil pensar en eso, pero la realidad es que no teníamos una cifra así hasta los años 30 cuando Kuznets dio con ella. Y fue un avance grandísimo… y como resultado descubrieron que la economía americana, tras el crash de Wall Street, se había reducido a la mitad. Y con esa base, Roosevelt fue capaz de hacer ese New Deal para gastar mucho dinero y para que la economía volviera a coger movimiento. Fue un avance importantísimo.

Incluso en esa época, Kuznets tenía muchísimas dudas sobre su descubrimiento. Dijo: contabilizamos el armamento… ¿realmente tenemos que contabilizar el armamento? Porque, ¿eso es acaso algo bueno? ¿No es algo simplemente defensivo? ¿Acaso no representa el fracaso de la política el hecho de que necesitemos armas para defendernos? Por eso Kuznets, que era un gran humanista, pensó que a lo mejor las armas no se deberían tener en cuenta. Pensó que había muchas otras cosas que tampoco debían tenerse en cuenta, por ejemplo, la especulación financiera, que llevó al crash de Wall Street. Pensaba que el hecho de que los bancos estuvieran moviendo por ahí papelitos no debía contar como contribución a nuestra economía y sociedad.

Creo que hemos ignorado ese mensaje y que en los años previos a la crisis financiera de 2008 hemos tenido en cuenta las cosas más locas que los bancos estaban haciendo con derivados, obligaciones de deuda, y todas esas cosas que ni los bancos ni nadie entendía. Pero se creía que todo esto era una contribución al PIB, una contribución a nuestras economías.

La idea de mi libro es que esto tiene un gran impacto. Porque la lógica nos dice: los bancos están contribuyendo a nuestra economía, dejemos que se hagan más grandes, vamos a dejar de legislar sobre su actividad… Y así su contribución va a ser todavía más grande. Y ¿qué pasó? Que se estrellaron y que nosotros como contribuyentes tuvimos que ayudarles. Mucho de lo que creíamos que era crecimiento en los años anteriores a 2008, no era más que una quimera, era una ilusión, un espejismo. Y aun así ahí estaba, blanco sobre negro, en el PIB. Ésa es una de las razones por las que pensé que este libro era importante.

P.: Hablaba del crash de Wall Street y en su libro también comenta que el PIB no muestra sentimientos intangibles. De hecho, tras la crisis se dispararon los suicidios en algunos países como Estados Unidos.

R.: Sin duda, el PIB eso no lo refleja. Y en esencia: ¿cómo podría? No es ésa la crítica que hago de esa medición. Pero sí que creo que es importante mirar hacia otras cosas. Por ejemplo, yo he vivido en Japón, que supuestamente lo estaba haciendo fatal si nos fijábamos en su PIB. Pero aun así los japoneses estaban viviendo 5 años más que los americanos y además estaban viviendo de una manera mucho más saludable a edades mucho más avanzadas. Y eso el PIB no lo recoge. Japón se consideró como un fracaso, así lo consideraron también en mi periódico, en el Financial Times.

Pero si midiéramos lo bien que lo hace un país teniendo en cuenta hasta cuándo viven las personas de una manera saludable, América sería el país que vemos como un fracaso y Japón el que vemos como un éxito. Por eso el prisma a través del cual vemos el mundo importa, porque nos da una respuesta. Creo que tenemos que ser un poco más inteligentes y más inquisitivos sobre cuál es ese prisma y qué reflejo es el que vemos.

P.:  ¿No llegará un momento en el que el mundo tocará techo y no podrá crecer más?

R.: Creo que tenemos que redefinir lo que es el crecimiento. Una respuesta corta para tu pregunta entonces sería que no porque para mí el crecimiento es cambio. El cambio es capacidad de adaptación, es mejorar la vida de las personas. Creo que ése puede ser un objetivo eterno para la humanidad.

Eso no significa que podamos talar todos los árboles, agotar el petróleo, destruir nuestros ríos, estropear nuestro aire… Pero en la era digital y en la era de los servicios podemos seguir creciendo sin necesidad de hacer estas cosas. Cualquiera puede ir a la universidad, online si es necesario, podemos escuchar toda la música que queramos sin tener que producir plástico, CDs, cintas o discos.

Podemos hacer todo tipo de cosas que, en mi opinión, son crecimiento. Hay cosas que mejoran nuestra vida que no implican utilizar cada vez más y más recursos. Y hasta ahora lo que entendemos por crecimiento es quitar cosas de la naturaleza, por ejemplo, un árbol, y transformarlo en una mesa. Pero si eso es un árbol de caoba por ejemplo, pues ya no van a haber más. Incluso si plantas uno nuevo ahora, hasta dentro de cientos de años no crecerá.

Por eso ese tipo de crecimiento tiene un límite. Pero la definición real de crecimiento, y la que creo que deberíamos empezar a usar, creo que debería perpetuarse.

 P.: ¿Cuáles son las herramientas válidas para medir si la economía crece o no?

R.: Yo no descartaría el PIB. Lo mantendría como una de las medidas que debemos mirar, porque nos da información importante. Pero yo añadiría… voy a explicar la teoría: si vas en un coche y va a unos 160 kilómetros por hora y sólo te queda X petróleo. Eso son dos de los marcadores que te salen en el cuadro de mandos. Pero no los puedes combinar para que te digan nada significativo, y pasa lo mismo con el PIB. En cierta medida creo que tenemos que descomponer estas medidas para ver los componentes.

No puedes hacerlo en exceso o te vas a confundir… si tienes 100 cifras no vas a saber qué es lo importante. Pero podrías tener 5 ó 6, que son las importantes. Algunas sugerencias: puedes tomar los ingresos medios de los hogares. Eso no nos va a decir qué hacen las naciones en términos de crecimiento, nos dirá qué hacen las personas, las familias. Nos habla de distribución y de la vida del ciudadano medio.

Otra sería la esperanza de vida saludable, que ya he mencionado. Si el objetivo del gobierno fuera ayudarnos a vivir más y más sanos, ajustando la política en esa dirección. En mi opinión eso es mejor que decir: vamos a poner un objetivo para crecer lo máximo posible.

Otra podría ser alguna medida de impacto medioambiental que nos dijera no sólo cuánto crecimos el año pasado sino también lo que estamos haciendo con nuestro entorno en términos más generales. No sólo el medio ambiente, que al final es la base de cuánto vamos a crecer en el futuro, sino también nuestro capital humano y nuestra infraestructura. Un país puede estar creciendo muy rápido porque no ha estado invirtiendo en carreteras, puertos y aeropuertos. Pero en 10 años va a ser un país anticuado sin la capacidad de crecer. Necesitamos algo para medir ese balance.

Ésas son algunas ideas, pero a mi parecer los números siempre son muy políticos. Por eso el libro debería ser la base de un debate político: qué es lo que valoramos, qué es lo que queremos y, por tanto, qué deberíamos medir.