Con las vacaciones de verano finalizadas ya para la inmensa mayoría de los españoles, toca tirar de la cartera para afrontar los gastos que comporta la vuelta al colegio de nuestros hijos o para pagar esa multa de tráfico inesperada por un momento de despiste en la carretera.

Los microcréditos se han convertido en una opción más frente al crédito bancario tradicional o la tarjeta para los miles de ciudadanos sin ahorros que tienen que afrontar gastos extras inmediatos e inaplazables. Hoy, la oferta es más amplia que nunca, con un número cada vez mayor de entidades compitiendo en un segmento que no ha dejado de crecer desde que comenzó la crisis. Conseguir hasta 1.000 euros en menos de 24 horas es posible si el solicitante es mayor de edad, dispone de una cuenta bancaria y tiene acceso a Internet o a un teléfono móvil.

Además de la rapidez y la comodidad (estos préstamos rápidos son ingresados en la cuenta de los solicitantes en cuestión de 15 minutos en algunos casos, sin necesidad de papeleo alguno), la principal ventaja de los microcréditos es que apenas hay barreras de entrada para su concesión. Dependiendo de las entidades, son otorgados incluso a personas con un historial de morosidad a sus espaldas. Por lo tanto, en muchas ocasiones son el último recurso de quienes no pueden acceder a la financiación en las entidades financieras tradicionales para hacer frente a los pagos a muy corto plazo.

El plazo de devolución medio de estos préstamos no suele exceder de los 30 días, aunque algunos de los prestamistas reducen dicho período hasta incluso 5 días. Son plazos muy exigentes, cuyo incumplimiento tiene un coste muy alto. Los operadores en este segmento, desde filiales de bancos europeos hasta sociedades de responsabilidad limitada, imponen importantes penalizaciones que pueden alcanzar los 25 euros, más intereses de demora muy elevados.

Atento con la TAE final y con la seguridad:

Pero la parte más controvertida de estos microcréditos es su coste inicial. Aunque el cálculo se distorsiona significativamente porque los plazos son muy cortos, los intereses de estos productos son muy altos y pueden alcanzar el 2.000% TAE, a años luz de los créditos bancarios comparables, que ahora se sitúan ligeramente por debajo del listón del 8%. Por lo tanto, antes de solicitar un crédito rápido conviene analizar bien todas las opciones porque la factura pueden resultar muy elevada. En cualquier caso, estos productos deben ser usados de forma inteligente. Es decir, para casos urgentes como el pago de deudas que se benefician de una rebaja por pronto pago o para afrontar un descubierto bancario.

La otra gran clave es la seguridad. Las entidades que conceden los microcréditos no están supervisadas ni por el Banco de España ni por la Comisión Nacional del Mercado de Valores. Es la Ley 22/2007 sobre comercialización a distancia de servicios financieros la que las regula. La normativa se limita a recoger los derechos de las dos partes y los términos en los que se deben presentar las condiciones de las ofertas.

 

Fuente: Bankinter