Las propuestas post-Brexit de Reino Unido al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, podrían complicar aún más este fin de semana la búsqueda de puntos en común en una cumbre del Grupo de los Siete ya afectada por las tensiones comerciales con China, Irán y el cambio climático.

Esta vez Boris Johnson se estrena en la cumbre tras asumir el cargo de primer ministro de Reino Unido y es una incógnita cómo se posicionará con respecto al Brexit y sus consecuencias. Sin embargo, se prevé que Johnson sea un posible aliado de Donald Trump.

A menos de tres meses de que el Reino Unido abandone la Unión Europea con o sin acuerdo, el gobierno de Johnson ha intentado acercar posiciones con la Casa Blanca con vistas a futuros acuerdos comerciales.

Además, Trump será la nota discordante a la hora de lograr acuerdos o pactos comerciales, como lo fue con su salida del acuerdo de París para limitar los efectos del cambio climático y frenarlo, o con su política exterior a la hora de establecer acuerdos.

El anfitrión de la cumbre, el presidente francés Emmanuel Macron, ha puesto el listón muy bajo para que no se repita el abandono del G7 de Trump el año pasado antes de tiempo.

EL ORDEN DEL DÍA

“America First”, las recientes tensiones con China e Irán, el cambio climático y la inestabilidad económica marcarán el eje del próximo encuentro del G7 que reunirá a los líderes de Estados Unidos, Reino Unido, Italia, Japón, Alemania, Canadá, Unión Europea y Francia. Esta última será la anfitriona el próximo 24, 25 y 26 de agosto en la ciudad de Biarritz.

Macron también ha invitado a los líderes de Australia, Burkina Faso, Chile, Egipto, Inda, Senegal, Ruanda y Sudáfrica, con el fin de ampliar el foco del debate sobre el tema oficial de esta edición: la desigualdad.

Por su parte, Francia presionará para lograr un acuerdo común sobre la política fiscal de las grandes multinacionales tecnológicas, tras la polémica “Tasa Google” o también conocida como GAFA (Google, Amazon, Facebook y Apple), la cual establecería un impuesto a grandes tecnológicas mundiales. Estados Unidos rechazó este impuesto al considerarla “teledirigida” a compañías norteamericanas y la falta de consenso puede terminar sin un comunicado común o de acuerdo, lo que no ha ocurrido en 44 años.