Sergio Marchionne, fallecido ese miércoles, llegó al sector del automóvil con un talante renovador. Venía de dirigir un laboratorio farmacéutico cuando fue nombrado en 2003 asesor de Fiat. Convenció a la familia Agnelli de que la compañía, al borde de la bancarrota, estaría de nuevo en beneficios en 2007. Lo consiguió.

Y todo a pesar de sus enfrentamientos con los sindicatos. Pero su forma de hacer las cosas, como destaca Chimo Ortega, responsable de la información de motor de Capital Radio, “revolucionó incluso a los sindicatos, que hablan maravillas de él”. Escucha la intervención de Ortega en el programa Mercado Abierto de Capital Radio, con Laura Blanco.
Marchionne tomó las riendas de Chrysler en 2009, que fusionó con Fiat, y llegó a Estados Unidos con una misión: dirigir al sector automovilístico para salir de la crisis de los grandes de Detroit. Ortega recuerda una anécdota vivida en unas jornadas del automóvil: el presidente de General Motors se dirigía hacia Marchionne  y le abrazaba, porque el italiano hablaba de la necesidad de llegar a acuerdos entre empresas de Estados Unidos y europeas.

“Era amigo de sus amigos, a pesar de su talante duro”, asegura Chimo Ortega. Siempre se le podía ver con su jersey negro, sin traje, porque consideraba que eso no era lo importante.

Entre sus logros también está el relanzamiento de las marcas de Chrysler como Jeep, a la que consideraba "el buque insignia de la compañía", con el lanzamiento en Europa de modelos como el nuevo Wrangler y el nuevo Cherokee.

Sus logros hablan por sí mismos: salvó Fiat, Chrysler y puso a Ferrari en el lugar deseado por la familia Agnelli. Su legado quedará grabado en el sector.