Rubén Osuna no llegó a la función pública por vocación temprana ni por tradición familiar. Lo hizo —como él mismo cuenta— “por una mezcla de azar, resiliencia y, sobre todo, una voluntad férrea por reinventarse”. La suya es una historia de superación que cruza profesiones, continentes y circunstancias personales que marcarían a cualquiera.
De la fisioterapia a una nueva vida
Rubén quería ser piloto o arqueólogo, aunque nunca fue un buen estudiante. Su pasión por el deporte lo llevó a estudiar fisioterapia, especializándose en neurología. Pero un accidente de tráfico truncó su carrera: su mano quedó gravemente dañada, lo que lo alejó definitivamente de su vocación.
Hablamos del acceso al Cuerpo de Gestión de la Administración del Estado con Rubén Osuna que trabaja en la Escuela nacional de Sanidad
Durante años fue paciente, el reverso de lo que había sido como fisioterapeuta. Tras una larga rehabilitación, decidió aprender inglés y se marchó a Australia. Allí trabajó en hoteles, limpió habitaciones, organizó eventos y, más adelante, intentó fundar una empresa de servicios para el sector hostelero.
Su periplo lo llevó a México, Belice y de nuevo a Australia y a Berlín. En cada país probó diferentes facetas del mundo laboral, guiado por una mezcla de necesidad y deseo de encontrar un nuevo rumbo. A su regreso a España, trabajó en residencias de mayores y se acercó tímidamente al ámbito público.
El giro hacia la función pública
“Fue una fisioterapeuta quien me habló por primera vez de las oposiciones” comenta Rubén y aunque jamás había considerado esa opción, algo hizo clic. Se matriculó en una academia, encontró una red de compañeros que lo apoyaron, y en mayo de 2021 aprobó una plaza del Cuerpo de Gestión de la Administración Civil del Estado.
Rubén Osuna: "“Fue una fisioterapeuta quien me habló por primera vez de las oposiciones”
Su primer destino fue en la Oficina de Asilo y Refugio, y actualmente trabaja en el Instituto de Salud Carlos III, en la Escuela Nacional de Sanidad “un lugar donde confluyen mi interés por lo sanitario y mi vocación de servicio” apunta nuestro invitado.
Lo que más impresiona de Rubén no son sus puestos de trabajo, sino la manera en la que los habita. Siempre desde la curiosidad, la humildad, y una experiencia vital rica y nada convencional. En sus propias palabras, “merece la pena, aunque tengas un pequeño disgusto volver. Hay que intentarlo y ser positivo”.
Ahora se plantea ascender al subgrupo A1 y seguir explorando otras vías dentro de la administración pública. Porque si algo ha demostrado es que no existen caminos lineales, y que la verdadera vocación, muchas veces, nace del cambio.