De crisis a crisis y tiro porque me toca. Ése parece ser el juego de Uber en las últimas semanas. Por ello sus empleados se plantean la idea de dejar la compañía, una compañía que en su día llegó a ser considerada como uno de los lugares de trabajo más prestigiosos y lucrativos de Silicon Valley. Pero ahora las tornas han cambiado y los trabajadores de Uber ya no quieren trabajar para la empresa.

Así lo afirman reclutadores de la Bahía de San Francisco y ejecutivos de compañías rivales. Según ellos, se ha producido un repunte de solicitudes de trabajo por parte de los empleados de Uber, que han perdido la fe en el liderazgo de la compañía.



Y no es de extrañar. Desde los escándalos sexuales hasta la denuncia de Google por robar tecnología para desarrollar coches autónomos, la compañía que conecta a pasajeros con conductores privados se viene abajo como un castillo de naipes.

El último escándalo que ha salido a la luz es que Uber ha utilizado durante años una herramienta para eludir a la policía en aquellos lugares donde sus servicios estaban limitados o prohibidos. La herramienta se llama Greyball. Aunque en un principio se creó para eludir a la competencia y a clientes peligrosos, Uber en realidad la ha aprovechado para identificar y esquivar a los agentes de policía y evitar así las posibles multas a los conductores de este servicio.

Todos este conjunto de escándalos ha llevado a varias dimisiones. La semana pasada se produjeron dos, en concreto. El primero en dimitir fue Amit Singhal, el jefe de ingeniería de Uber, tras ser acusado por acoso sexual en su antiguo trabajo en Google. El segundo fue Ed Baker, el vicepresidente de producto y crecimiento de Uber. Ambas dimisiones se produjeron en la misma semana en la que el CEO de la compañía, Travis Kalanick pidió ayuda para dirigir la compañía tras perder los nervios durante una discusión con uno de sus trabajadores.

La pregunta: ¿Logrará recomponerse Uber de todas estas crisis? Por ahora, sus empleados no parecen muy convencidos.