La reforma de la ley de la ciencia, como la conocemos de forma abreviada (Ley de la Ciencia, Tecnología e Innovación), trata de poner orden en el mundo científico y sobre todo corregir el mal endémico español de la perdida de talento propio en beneficio de otros países y entidades que acogen con gran entusiasmo a los investigadores procedentes de España. La reforma se basa en tres pilares fundamentales: la carrera científica, la transferencia de conocimiento y la gobernanza y propone como algo muy significativo, preservar la propiedad de los resultados de investigación del sistema público, algo que no siempre se ha tenido en cuenta.

Llama la atención como en la reforma de la ley se recogen medidas para evitar la precariedad laboral de los investigadores y sobre todo cómo se les va a garantizar una estabilidad en el empleo, siendo la carrera de investigador siempre tortuosa. Se establece un nuevo contrato de adaptación para actividades científicas asociadas a líneas de investigación y aparecen indemnizaciones por fin de contratos en cualquiera de las modalidades de contratación.

España junto con Grecia tiene la mayor fuga de talento de la UE

No debemos permitir que se nos vayan investigadores. España junto con Grecia tiene la mayor fuga de talento de la UE y en muchos casos, por no decir en la inmensa mayoría, esta fuga de cerebros se debe a razones económicas, pero también a la desazón que genera la interrupción de determinadas líneas de investigación, por falta de recursos.

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En este terreno como en muchos otros, es importante potenciar y poner en valor la colaboración público-privada como una de las herramientas fundamentales para que la ciencia tome cuerpo y se aleje de fluctuaciones agitadas por la rentabilidad económica de sus resultados. El texto de la reforma de la ley incorpora el compromiso de alcanzar una financiación pública en I+D+i del 1,25% del PIB en 2030 con el apoyo del sector privado, lo cual supone un compromiso de cumplimiento que no debe caer en el olvido.

Estamos ante un reto de país muy importante, pero sobre todo es un compromiso hacia el futuro que implica a generaciones actuales y futuras. Un país sin investigación, ni investigadores, está abocado al fracaso.