No hay bisontes en los valles de amapolas, de María Jesús Puchalt, es el sugerente y emocionante relato sobre los Estevill, una familia repleta de claros y sombras cuya historia iremos conociendo a través de la mirada de Blanca, que nos descubrirá un entramado de verdades y mentiras. Una historia, tal y como apunta la propia autora, «de pérdidas, abuso y mucha culpa, pero también un grito de esperanza en un campo de amapolas, bisontes, chicharras y mariposas azules que, a veces, solo a veces, te muestran el camino hacia la victoria».

Esta obra nos presenta a Blanca, una adolescente que disfruta de una vida ordenada en una pequeña capital de provincia y quien recibirá uno de esos golpes que condicionan la vida para siempre: su madre, Soledad, morirá tras una penosa enfermedad respiratoria. Blanca y su padre, Manuel, un comerciante que vive a saltos entre sus recuerdos, decidirán alejarse del único lugar que han conocido. En su huida los acompañará Carmen, la abuela paterna, una entregada mujer que sorprenderá al lector por su estrambótica manera de comunicarse con los santos. Juntos se trasladarán a Valencia para reunirse con la única familia que les queda, la de Soledad. Allí la joven se reencontrará con su abuelo materno, Fernando Estevill, coronel médico del Ejército de Tierra. En él se refugiará para mitigar su dolor y con él descubrirá la grandeza de los elegidos. El recuerdo de Soledad les ayudará a levantar un binomio infranqueable en el que, aparentemente, nadie está invitado a entrar. Sin embargo, los dos desean con todas sus fuerzas que alguien más forme parte de esa realidad paralela que han creado para salir adelante. Por otro lado, Blanca conocerá a su abuela Pepa, una mujer difícil que se mueve entre rosarios y estampas amarillentas que ni siquiera quiso ir a conocer a su nieta cuando nació… ¿Quién es Pepa en realidad?, ¿cuál es la causa de tanta amargura?

De la mano de Blanca, el lector descubrirá lo que tampoco ella conoce: su historia, que no es solo suya, sino que, en realidad, pertenece a su abuela. Fue en 1924 cuando Pepa, hija de una costurera de barrio y un insignificante ferroviario, vio la luz del día por primera vez, pero con ella también llegó la maldición de su estirpe. Su existencia nos conduce a Diego, a Fernando y a Soledad. Aunque el fatídico accidente del submarino C-4 se hubiera producido de igual forma, en cambio, sin Pepa, esta historia no podría contarse porque no existiría.

Pérdidas, rencor y amistad

Una relación llamará nuestra atención desde el principio, la que mantienen Pepa y su criada Engracia, una simbiosis aparentemente incomprensible gracias a la cual descubriremos los secretos más inesperados. Pepa/Soledad, Pepa/Engracia, Pepa/Blanca…, un universo de mentiras y verdades que solo será superado por aquel en el que convergen Pepa y su nieta, como si una fuerza sobrenatural las enfrentara. Un mundo al que pertenecen mujeres como ellas y en el que las pérdidas, la amistad, la dependencia y el rencor las arrojarán por acantilados infinitos para romperlas en mil pedazos. Aunque, a veces, sea posible vencer.

La novela describe las costumbres de la sociedad española desde el segundo cuarto del siglo XX hasta 1991 y, además, explica, a través de las experiencias vitales de las tres generaciones de la familia Estevill, las diferencias existentes en un ecosistema en donde, a pesar de los años transcurridos, existen cosas que parecen no cambiar: los privilegios de los poderosos, inalcanzables para las clases más humildes que siguen explotadas en nuestros días; el mundo de la burguesía caprichosa que danza en torno a los mandatarios; el del servicio, de los jóvenes universitarios, del estamento castrense, y la influencia que durante esos años mantiene la Iglesia en gran parte de nuestro entorno.

Además, a través de Blanca el lector conocerá Valencia y su maravillosa luz blanca, descubrirá un mar diferente que se presentará como un personaje más, paciente, mágico y que también, junto a ella, se trasladará a Madrid y a Galicia en lo que será una búsqueda incansable hacia la felicidad y una lucha feroz para acabar con la maldición de las mujeres de su familia.

El marco narrativo

En primer lugar, cabe indicar que la novela está dividida en tres partes. La primera corresponde a la infancia de nuestra protagonista y se nos presenta a través de un narrador omnisciente. La segunda comienza tras el capítulo XIII, a partir del cual será la protagonista la que continúe con la historia en primera persona. En la tercera parte descubriremos la verdadera historia de la familia Estevill, los desafíos se multiplicarán y todas nuestras piezas comenzarán a encajar hasta poder completar un círculo desgarrador.

La acción combina el presente de Blanca y el pasado de Pepa; el recuerdo servirá para establecer la correcta interconexión de las tres generaciones. Como si nos montáramos en un tiovivo, ambas nos llevarán de una vida a otra, girando sin parar hasta el momento en el que ambos mundos confluyen, aunque para ello hayan tenido que sacrificar el eslabón intermedio: Soledad.

Por otra parte, no podemos afirmar que estamos ante un thriller, pero desde sus primeras páginas el lector percibe que algo sobrevuela la historia, que un elemento desconocido se mantiene latente en cada palabra. Sin embargo, lo descubrirá muy poco a poco, al mismo tiempo que su protagonista, porque también él formará parte de uno de esos binomios mágicos que nos presentan algunos de sus personajes, en este caso el Blanca/lector. Puede que esta pequeña historia se convierta en la muestra de una victoria y con ella llegue el fin de una maldición. Es posible que al lector le merezca la pena averiguarlo. Asimismo, no estamos ante una historia de amor, sino ante muchas, pero también de desamor. Lo que encontramos en No hay bisontes en los valles de amapolas es la vida misma, el complicado universo de los sentimientos en general, las personas y sus contradicciones, sus miedos, sus delirios; la familia en su verdadera proyección, no solo como lugar de refugio, sino como el entorno más inhóspito, asfixiante y cruel que puede llegar a ser, y el vértigo que nos envuelve cuando entre un instante y el siguiente de nuestra vida se instala un abismo.

A pesar de su extensión, se trata de una novela que se lee rápido y con interés puesto que sabes que te esperan grandes secretos y, al llegar al final, te despertará una sensación de orfandad y una tremenda necesidad de saber qué va a ocurrir con la vida de Blanca.

Una obra muy bien escrita, con una prosa literaria pero cercana y fácil de leer que, sin duda, gustará a los amantes de las novelas que escudriñan los verdaderos sentimientos de las personas y sus continuas contradicciones; a los amantes de las sagas familiares, de la historia, a los seguidores de temas relacionados con los ejércitos, con la lucha, los ideales y la muerte. Además, despierta en el lector el interés por acontecimientos históricos sucedidos en nuestro país y que en muchos casos son desconocidos, así como el descubrimiento de lugares maravillosos de nuestra geografía.

En definitiva, una novela bien armada, con una buena prosa y una compleja historia que no solo busca hacer sentir, sino mucho más, gracias a la cual aprenderemos, entre otros muchos aspectos, que existen acontecimientos que cambian la vida de quien debe sufrirlos y también de las generaciones venideras, porque, en ocasiones, la maldición no desaparece.