El primer gran caso en el que un organismo oficial libró batalla para velar por la competencia fue a finales del XIX en Estados Unidos. El magante estadounidense más poderoso de entonces, John Rockefeller, llegó a crear un auténtico monopolio en el negocio del petróleo a través de la compañía Standard Oil, dominando casi toda la producción y el transporte de petróleo de Estados Unidos y el de gran parte del resto del mundo.

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Theodore Roosevelt, presidente del Gobierno, emprendió por este motivo una contienda legal de varios años contra la multinacional. Finalmente, el Tribunal Constitucional de Estados Unidos ordenó trocear esta multinacional en 37 compañías. De esta reestructuración surgieron las actuales petroleras Exxon Mobil, Chevron o ConocoPhilips.

En Europa, son muchos los casos que prueban el empeño oficial para velar por la competencia. Una de las compañías afectadas ha sido Ryanair. En este caso, el Tribunal Supremo ordenó en 2014 que la aerolínea pagara una sanción de 40.000 euros por dañar la imagen de la compañía de la agencia de viajes online Atrápalo, de la que dijo que vendía billetes de forma ilegal e inflaba los precios.

Además de Google, la Comisión Europea ha puesto bajo su lupa a más gigantes tecnológicos. Uno de los casos más sonados ha sido Microsoft. Bruselas impuso en marzo de 2013 una multa de 561 millones a esta compañía. Su delito había sido incumplir su promesa de ofrecer la opción de elegir navegador a los usuarios de su sistema operativo Windows. La empresa fundada por Bill Gates reconoció esta falta, y lo atribuyó a un error técnico.

Es la primera vez que Bruselas multaba a una compañía por incumplir su compromiso de corregir un abuso de posición dominante. Pero este sólo fue, en cambio, el último capítulo de un total de cuatro sanciones contra Microsoft. La compañía estadounidense ha tenido que pagar un total de 2.200 millones de euros.