La historia de amor entre las palomitas y los cines se remonta a la Gran Depresión en Estados Unidos. Tras el crack de 1929, los dueños de las salas necesitaban en aquel momento difícil de bancarrota nacional nuevos modelos de negocio que impulsaran sus cuentas.
Los tenderos ambulantes llenaban las calles cercanas a los cines, donde el público compraba chucherías antes del espectáculo. Las bolsas de palomitas fueron uno de los productos estrella y dieron a los empresarios de las salas la llave del éxito.
Un reportaje de Raquel Rero:
¿Por qué comemos palomitas en el cine?
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