Don Ramón Tamames eligió con inteligencia sus primeras palabras: el recuerdo de la rebelión estudiantil en la que participó cuando tenía 23 años, en la que muchos jóvenes lucharon por la reconciliación nacional y la defensa de las libertades. Hoy debía sentir algo muy parecido, un cierto sentido del riesgo de ser descalificado, de acabar 'prisionero' -no en Carabanchel, como entonces- sino entre las rejas del ruido, el insulto y el ninguneo. Más que un discurso defendiendo una moción de censura, confesó Tamames que su intención era elevar una meditación profunda sobre España.

"Desde entonces quedamos marcados de por vida para trabajar por la libertad y la democracia", pronunció solemnemente el prestigioso profesor como inspiración y explicación de su singular presencia en la Cámara de Diputados. Respondía así también a los miles de personas que se preguntaban el porqué de su acción, al tiempo que marcaba su independencia respecto del joven e inexperto partido político que había canalizado la moción de censura: Vox.

Llamó la atención cómo la Cámara escuchó con respeto el severo discurso del veterano profesor. El silencio y las risitas nerviosas de muchas señorías ponían de manifiesto la inferioridad intelectual, las pequeñas perspectivas con que observaban los mensajes. Tamames mostró cómo mantenía viva la ilusión de varias generaciones por el diálogo constructivo con respeto y educación. Pero también su decepción profunda por el trabajo de un gobierno al que acusa severamente de no respetar la separación de poderes, de dar espacio a quienes quieren destruir el país, en lugar de fortalecer lo que une a los ciudadanos.

Su queja de lo que podría ser y no es España tocó muchos corazones en este primer día de primavera. Su enumeración tranquila de los datos que demuestran la pérdida de calidad de España desde 2019 hasta hoy, supuso un verdadero mal rato para los habituales artistas del márketing político. De poco le sirvió apabullar al presidente Sánchez con sus larguísimas y repetitivas intervenciones de cosas repetidas, ante la sencillez y contundencia del resumen del académico. Algunas frases fueron sonoros puñetazos, en particular a las propuestas "franquistas" sobre el trabajo:

Un episodio para la Historia sin efectos previsibles

Todos parecemos despistados sobre los efectos que producirá en la política y en la vida española este evento parlamentario. Como en las encuestas, cada cual intenta escrutar el beneficio que obtendrá de la contienda. Las reacciones buscan automáticamente alimentar su lado de la polarización. El elenco parlamentario entero parece esforzado en desnaturalizar la inocente propuesta transversal de trabajar por el bien del país, ya sea de sus infraestructuras, de sus deteriorados servicios públicos (citada la sanidad o la justicia) o de su proyección internacional superando las incoherencias inexplicadas de la política exterior.

Tamames ha demostrado que la vocación de servicio público es contradictoria con el trabajo para sólo una parte de la sociedad. Que la buena práctica democrática exige algo más que cerrar el paso a la corrupción -hasta ahora no parecía haber alcanzado la sede parlamentaria, como sí ha ocurrido con el caso del 'Tito Bernie'- o comprar votos con el dinero de todos los ciudadanos. Es posible que haya removido algunas conciencias pero, ¿servirá para algo más? Confío en que este "último servicio a España" ayude a hacer mejor las cosas en el presente y en el futuro.