Esta semana hemos conocido que entre los años 2000 y 2024, el 1% más rico del planeta ha concentrado el 41% de toda la nueva riqueza generada, mientras que el 50% más pobre apenas ha recibido el 1%.
En promedio, cada integrante del 1% más rico ha aumentado su fortuna en 1,3 millones de dólares, mientras que cada persona perteneciente a la mitad más pobre solo ha incrementado su patrimonio en 585 dólares.
Así lo recoge un estudio que está liderado por el Nobel de Economía Joseph Stiglitz, elaborado por el Comité Extraordinario de Expertos Independientes sobre la Desigualdad Global.
El informe señala también que la brecha es cada vez más amplia. El 1% más rico ha incrementado su riqueza 2.655 veces más que el 50% más pobre. La riqueza de los más de 3.000 multimillonarios del mundo equivale al 16% del PIB mundial, y se espera que el primer trillonario aparezca en una década.
El informe advierte de que la desigualdad económica se ha consolidado como una de las principales amenazas globales, con efectos que trascienden lo financiero. Supone también la erosión de los sistemas políticos, el aumento de las tensiones sociales y los impactos ambientales que acompañan la concentración de riqueza.
Otra de las revelaciones del informe es que más multimillonarios han adquirido su riqueza por herencia que mediante el emprendimiento.
En los próximos 30 años, 1.000 multimillonarios transferirán más de 5,2 billones de dólares a sus herederos, en gran parte sin tributar, lo que perpetúa la desigualdad intergeneracional.
Desde el año 2000, el patrimonio global se ha más que duplicado, alcanzando en 2024 un total de 480 billones de dólares. Y si la distribución fuera más equitativa y se destinara a usos alternativos, sería suficiente para erradicar el hambre, garantizar la educación universal y acelerar la transición hacia energías renovables.
Y es que no solo sucede que la riqueza se vaya concentrando en unos pocos. Además, el crecimiento de la riqueza privada ha superado de forma amplia al de la riqueza pública, al punto de que muchos gobiernos —incluso en economías avanzadas— enfrentan importantes deudas netas intergeneracionales, lo que debilita su capacidad para invertir en el bienestar colectivo.
El informe también advierte que los choques económicos recientes han acelerado la concentración de la riqueza. La crisis financiera global de 2008 y las medidas de rescate durante la pandemia de Covid-19 ampliaron la brecha entre la riqueza privada y la pública.
Las intervenciones de los bancos centrales y la expansión de la deuda pública, fortalecieron la acumulación de capital en el sector privado, dejando a los Estados con menos activos frente a una élite económica cada vez más poderosa.
El estudio advierte que la concentración del capital también aumenta dentro del propio sistema empresarial. Las grandes corporaciones y los individuos más ricos capturan una parte creciente de las utilidades globales.
El Comité de Expertos recomienda al G20 una acción “prioritaria”: la creación de un Panel Internacional sobre la Desigualdad, inspirado en el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático.
En España: Niños y jóvenes los peor parados
Y la situación en España también es preocupante… otro documento, en este caso el IX Informe FOESSA, presentado esta semana por Cáritas Española, ha advertido sobre un "proceso inédito de fragmentación social" en España. Hasta 4,3 millones de personas viven en una situación de exclusión severa, un tercio de ellos menores de edad.
A esto hay que sumarle que buena parte de los 2,5 millones de jóvenes están afectados por una precariedad estructural generada por empleos temporales y salarios bajos.
Según el informe, desde 2007, la exclusión social entre la población infantil y juvenil no ha dejado de aumentar, y ambos grupos se han convertido en “los grandes perdedores del modelo socioeconómico actual”.
