La prisión más filmada volverá a acoger a presos más de sesenta años después. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha anunciado a través de su plataforma Truth Social, que Alcatraz albergará a “los delincuentes más despiadados y violentos de Estados Unidos”.
Será un símbolo de “la ley, el orden y la justicia”, según ha explicado el mandatario.
El presidente Donald Trump ha ordenado la reapertura de la célebre prisión como, según ha publicado en sus redes sociales: "Un símbolo de la ley, el orden y la justicia"
Una medida impregnada de populismo que pretende cumplir con la promesa electoral republicana de reducir el índice de delincuencia en las calles. Alcatraz goza de un estatus casi mitológico. Es cierto que entre sus muros estuvieron delincuentes de la talla de Al Capone o George Machine Gun Kelly.
Los costes de mantenimiento
Trump decide invocar a la leyenda de Alcatraz, un centro que en 1963 echaba el cierre tras menos de 30 años de funcionamiento por el elevado coste de mantenimiento. Se estima que necesitaban entre tres y cinco millones de dólares solo para trabajos de restauración y mantenimiento, sin tener en cuenta los costes diarios, que triplicaban el de cualquier otra prisión.
La isla donde se levanta el penal, a menos de tres kilómetros de la costa de San Francisco, se urbanizó a mediados del siglo XIX, aunque estuvo en manos del ejército de Estados Unidos hasta los años 30. El aumento de la delincuencia derivado del crecimiento de la Bahía de San Francisco creó una necesidad para las autoridades: un lugar ejemplar donde corregir conductas.
Bajo ese mantra nacía la prisión. Es cierto que nunca fue el infierno que relatan las películas. De hecho, la Oficina Federal de Prisiones explica que presos de otras localizaciones llegaron a pedir el traslado a Alcatraz porque allí las habitaciones eran individuales y algunas condiciones eran mejores a otras prisiones federales. Nunca llegó a alcanzar su capacidad de 336 presos.
Alcatraz era la prisión modelo del sistema penitenciario. La mayoría de presos eran delincuentes derivados de otros centros federales que se negaban a cumplir las normas. La rutina diaria, altamente estructurada y monótona, estaba diseñada para enseñar al recluso a cumplir las normas.
En Alcatraz un preso tenía cuatro derechos: comida, ropa, alojamiento y atención médica. A partir de ahí, todo lo demás era un privilegio que debía ganarse con su comportamiento. Solo quien modificaba su conducta lograba salir de Alcatraz. No hay una sola fuga exitosa registrada en las casi tres décadas que estuvo activa.
De ahí que Hollywood haya explotado la historia de esta prisión.