En medio de este clima de cierta confusión de abogados en la casa blanca, y mientras aumentan los litigios del presidente, tres asuntos protagonizan ahora mismo el frente.


El caso principal ahora es el del anterior director del FBI, Comey, que curiosamente no acudió acompañado de su letrado a comparecer. Es verdad que tiene amplia experiencia legal, pero todo el mundo estaba a la espera de ver a alguien sentado tras él, dando apoyo en su declaración.


Luego está el tema de la violación de la Constitución, porque las cláusulas anticorrupción le prohibían como empleado público percibir los beneficios al participar, parece ser que todavía, en la gestión de sus negocios. A su vez, otros problemas legales sobre obstrucción a la justicia, por ejemplo, están al caer.


Al frente de su defensa se perfila Kasowitz, quien ha sido el abogado personal del caso que comentamos sobre la reclamación por la universidad de Trump. Esto se traduce, una vez más y como titula el NYT, en lo difícil que es trazar la línea entre lo privado y lo público con este presidente.


Esta diferencia es esencialmente una que no tiene desperdicio: Las conversaciones con el abogado privado son protegidas por la relación cliente abogado mientras que las otras no. Además, desde el punto de vista de su trabajo, puede tener dificultades para interrogar a otros miembros del staff si estos tienen o eligen letrado.


Pero claro, la gente no deja de preguntarse en este caso a quien se representa: si al Sr. Trump; o bien al Presidente de los EEUU, que no es exactamente lo mismo. Por cierto, existen rumores en la profesión que dicen que es difícil cobrar de las facturas de Trump.


La fotografía legal en el complejo mundo del ala oeste es la siguiente: un abogado librado de bregar con otros, un presidente que difícilmente admite consejos de nadie mientras en la calle se piensa que no es necesario contratar más gente fuera del staff. Veremos la evolución que tiene todo este asunto.