Se declara culpable el primer consejero nacional de seguridad de la administración Trump, Michael Flynn.

Los hechos ocurrieron los pasados 22 y 29 de diciembre y se trata de conversaciones que había negado con el embajador ruso.

Viene a decir que por su familia y por el interés del país tuvo que mentir acerca de dichas conversaciones, ya en período de transición a la presidencia del candidato electo Trump.

La acusación que le imputa falsedad en sus declaraciones, cree que lo que hizo fue voluntaria y conscientemente.

La respuesta del presidente sugiere la presencia de un aparato paralelo al Estado,  diríamos, el estado profundo, que tiene un comportamiento conspirador y agresivo contra él. Y en términos generales, en la calle se discute la politización del FBI.

El siguiente paso, condena aparte, es la investigación sobre si el presidente obstruyó la justicia al despedir a James B. Comey, el director del FBI cuando se investigaban estos hechos. De hecho, este último declaró que le había pedido que abandonara dicha investigación.

Ahora que Flynn decide cooperar, el presidente con su verborrea twittera ve poco menos que en pañales una potencial acusación contra él, pero no tengo claro que la cosa no prospere