Lo que queda congelado es todo aquello que implique una modificación al alza de las partidas de gasto del 2018, que fueron los últimos Presupuestos Generales aprobados por Mariano Rajoy.

La falta de unos Presupuestos Generales actualizados impide renovar determinadas partidas de gasto. En circunstancias normales, el Consejo de Ministros siempre tiene margen de maniobra para afrontar la necesidad de un mayor desembolso. Puede organizar cambios en partidas que considera más urgentes, es decir, coger el dinero de una partida y trasladarlo a otra. El gran problema está en que ahora mismo tenemos un Gobierno en funciones, que tiene las manos completamente atadas.

El combo falta de Gobierno y falta de Presupuestos actualizados afecta sobre todo a las autonomías, a las diputaciones y a todo lo que suponga nueva inversión pública. Aquí algunos ejemplos:

Si para febrero tuviésemos ya un Gobierno consolidado, podría aprobar gastos extraordinarios mediante decretos leyes y luego regularizar esos gastos en los PGE que se aprobasen a posteriori. Entonces, cambiaría su condición de gastos extraordinarios a ordinarios.