Las SPAC se han convertido en un fenómeno prácticamente imparable en Estados Unidos, donde un 40% de las salidas a bolsa que se han producido en el último año son de este tipo. ¿En qué se basan? El director del Máster en Bolsa y Mercados Financieros del Instituto de Estudio Bursátiles, Javier Amo, las ha analizado aquí en Capital Radio.

Entrevista

La salida a bolsa de compañías con un propósito especial de adquisición (que es la traducción al español de SPAC), se trata, en palabras de Javier Amor, de “empresas sin actividad que aprovechan el dinero de su salida a bolsa para reunir capital y así comprar otra compañía no cotizada, que se integra dentro de la estructura de la SPAC”.

Sin embargo, mientras no se materializa esa compra, “la empresa no tiene ni operaciones ni beneficios, por lo que el inversor tan solo posee las acciones con la esperanza de que la citada compra se realice”.

Este proceso dura una media de dos años, y de ahí es de donde deriva uno de los problemas de las SPAC. El experto resalta que “hay 150.000 millones de dólares pendientes de compra. La pregunta es si hay empresas suficientes para ser compradas con todo ese dinero”.

En cuanto al riesgo para el inversor, el director del Máster en Bolsa y Mercados Financieros del Instituto de Estudio Bursátiles admite que “es arriesgado porque es prácticamente otorgar un cheque en blanco a unos promotores”.

Sin embargo, hay que tener en cuenta que “si al inversor no le gusta la operación realizada, recupera su dinero después de dos años. Son dos años ilíquido, pero sin posibilidad de perder dinero”.

Posible burbuja

Javier Amo avisa de que la proliferación de estas prácticas “suena mucho a burbuja, sobre todo en Estados Unidos. Es muy difícil hablar del futuro, pero tiene mucha pinta de burbuja”.

Pese a lo que pueda parecer, este tipo de salidas a bolsa no pertenecen a los emprendedores. En palabras del director del Máster en Bolsa y Mercados Financieros, apostar por una SPAC se trata de prácticamente un “acto de fe”.

Por ello, suelen estar encabezadas por personas relevantes que atraen inversores, como Shaquille O’Neal o Serena Williams, quienes, a su vez, están respaldados por un técnico, que da rigor económico a la operación.

En resumen, “suelen promoverlo grupos especializados con un mánager que hace publicidad sobre el proyecto”.