Tras una semana domeñada por el caos, las afganas comienzan a despertar en su nueva normalidad. Bajo el poder talibán, las viejas costumbres se retoman, y los derechos de las mujeres retroceden 20 años atrás, cuando el uso de hiyab era obligatorio para salir a la calle. El nuevo régimen todavía no ha manifestado su obligatoriedad, pero las ventas del velo, característico de la religión musulmana, se han disparado en tan solo una semana.

Faiz Agha, un vendedor de textil en Kabul, lo explicaba para Pajhwok Afghan News, “antes podía vender cuatro o cinco hiyabs al día, pero ahora vendo entre 15 y 17 tras el regreso de los talibanes". Su precio también se ha visto alterado, antaño se vendían por 1.000 afganis, hoy ya cuestan 1.200.

Estas podrían ser las primeras secuelas del regreso talibán al país centroasiático. Durante su último mandato, entre 1996 y 2001, el gobierno instauró una versión estricta y radical de la ley sharía, donde el uso de los turbantes era imperativo. La costumbre fue desapareciendo con la presencia estadounidense sobre el terreno, pero una vez declarada su marcha, el hiyab podría convertirse en la única salida de las afganas para mantenerse a salvo.

Origen del hiyab

El hiyab es un pañuelo ajustado que rodea la cabeza y el cuello, pero no cubre el rostro (a diferencia del burka). Etimológicamente, el término significa «pudor», «protección», «esconder», «ocultar a la vista» o «cortina» en lengua árabe y se remontan a la sharía o derecho islámico originario.

Aunque muchos expertos defienden que su uso no está prescrito obligatoriamente por el Corán, en el verso 24:31 del libro sagrado del islam, puede leerse:

"Di a las mujeres creyentes que bajen la mirada y protejan sus partes íntimas, y que no muestren sus atractivos, excepto lo que es visible. Y que envuelvan sus chales alrededor del escote, y que revelen sus atractivos solo ante sus maridos...".

También se trata de una de las tradiciones que legó Aisha, la tercera y más joven de las esposas de Mahoma. Cuando la niña llega a la pubertad debe cubrirse todo el cuerpo excepto las manos, los pies y la cara, cuenta la leyenda.

Una de las fotografías más impactantes que ha dejado el conflicto ha sido la obra, bautizada "Madre, hija y muñeca". Creada en 2010 por la fotógrafa yemení Boushra Almutawakel , el collage vuelve a cobrar sentido 11 años después. Un reflejo fiel de la degradación de los derechos que podrían sufrir las mujeres afganas tras la irrupción talibán en su país natal.