Hace siglos, cuando España campaba por Filipinas y controlaba parte del comercio marítimo de la región, ya era una vía comercial y cultural importante a pesar de estar marcada por la señal pirata. Hoy en día, aunque nos resulten lejanas,
por las aguas del estrecho de Malaca circulan más de 75.000 barcos y en sus 800 kilómetros de longitud se concentra en torno a un 50% del tráfico marítimo mundial, incluida una parte importante de los recursos energéticos.
Es menos conocido que sus hermanos famosos de Ormuz y Suez y quizá menos polémico que
el canal de Panamá, pero el estrecho de Malaca une el océano Índico con el Pacífico y es la vía más corta entre Europa Occidental, Oriente Medio y Asia. Situado en el corazón creciente del sudeste asiático constituye
la mayor autopista comercial del mundo con un tránsito marcado por dos tipos de productos: recursos energéticos y grandes contenedores.
Los
buques cargados de gas y el petróleo van a China, Corea del Sur, Taiwán y Japón principalmente, mientras que el gran flujo de
contenedores repletos de productos y manufacturas de todo tipo salen mayoritariamente de esos cuatro países camino de latitudes más occidentales.
Este tránsito hace de Malaca una ruta vital para los grandes productores y exportadores del mundo, de manera que
cualquier obstáculo podría poner en jaque a la economía internacional. “Es el dilema de Malaca, del que hablan los líderes chinos o los surcoreanos y japoneses desde hace años. Si hay algún problema de seguridad por colisión, terrorismo o piratería, se verían muy afectados”, advierte Javier Gil Pérez, doctor en relaciones internacionales y experto en geopolítica de Asia. De ahí que todos los países de la zona estén modernizando sus flotas marítimas e incrementando el gasto militar.

Indonesia, Tailandia, Malasia y Singapur son los estados con jurisdicción sobre el estrecho de Malaca
Si bien “cualquier problema en Malaca tendría consecuencias nefastas”, Gil Pérez recomienda no caer en el dramatismo: “A día de hoy todos los países implicados cooperan para que los peligros no vayan a más y no parece probable una confrontación militar”. Ni si quiera
en plena guerra comercial enfrentando a Washington y Pekín y aunque resuenen cerca las tensiones del
Mar del Sur de China. Es el consenso de Malaca.
Crear atajos, reducir coste, ganar tiempo. Detrás de los grandes estrechos mundiales está la lucha contra la geografía en favor del comercio. Y ante los riesgos surgen alternativas, como la
Ruta de la Seda de Xi Jinping, que
no podrán sin embargo sustituir a Malaca. “Su geografía es perfecta para mover mercancías y seguirá siendo un punto vital para la economía mundial porque ninguna sus alternativas nunca van a poder quitarle más que un poco de su actividad comercial”, concluye el experto.