Prende el ‘granero de Europa’ y los mercados se tambalean. Trigo, maíz, pero también el petróleo y ahora parece que los microchips se ven envueltos en la escalada, de momento, dialéctica, entre Occidente y Rusia por un futurible conflicto militar en Ucrania.

¿Cambiar los tanques por una barra de pan?

Escucha la historia completa en este podcast de Mercado Abierto:

Rusia prende fuego al 'granero de Europa' y saltan las voces de alarma

Ucrania es uno de los mayores productores del mundo de trigo o maíz; el miedo a una invasión militar tensiona a un mercado lleno de miedos

Trigo, maíz o aceite de girasol. Ucrania es nuestra cesta de la compra y, hasta ahora, lo desconocíamos.

Ucrania, la moneda de Stalin se decía en su momento. El granero de Europa y el oro de Rusia.

Tiempo atrás, de cuando Stalin estaba a los mandos de la Unión de República Socialistas Soviéticas (URSS) el campo lo ponía Kiev y la potencia de exportación, Moscú. Por aquel entonces la república de Ucrania generaba el 25% - un cuarto - de la producción total agrícola de la URSS, uno de los países más extensos del mundo aunque apenas aportaban al territorio total un 2,7%.

En 2020, el gobierno ucranio fue el segundo mayor exportador de cereales del mundo. Puso en el mercado internacional casi 30 millones de toneladas de cereales y leguminosos. Cifras reseñables aunque menores que los cerca de 40 millones de toneladas que colocó en el mercado un año antes, sin la pandemia de la COVID-19 de por medio.

Por cereal, el trigo aportó a la balanza comercial de Ucrania 12,75 millones de toneladas, la cebada casi 4 millones y el maíz otros 10,5 millones más.

Hoy, para recoger la cosecha, todavía queda tiempo. El cereal entra en los graneros en diciembre. ¿El problema? Que con la escalada – al menos, de discurso – entre las potencias Occidentales, en el marco de la OTAN, y Rusia con la mirada puesta en un posible conflicto armado en tierra ucrania, cada vez hay mayores miedos a un “hundimiento” del mercado.

Crisis es la palabra que se repite de forma constante. También es porque las tropas rusas se están desplegando en la región este de un país controlado ya, de facto, en las zonas de Donestk y Lugansk por el Kremlin.

¿Qué pasa con esta zona?

Que contiene la mayor concentración de producción de trigo del país. SI pasan los tanques, el cereal se destruye. Si hay bombardeos, el cereal desaparece y si se efectúa la invasión, a pesar de que haya cereal, el control estará bajo una potencia sin ánimo de ponerles las cosas “fáciles” a Occidente.

Y esto, cuando vayan a comprar el pan, en qué se traduce en efectos prácticos.

La barra u hogaza, al alza. Es lo que nos aclara a Diego Morín, analista de IG España quien, en conversación con Capital Radio, nos ha puesto sobre la mesa, también, las perspectivas del trigo a nivel mundial para un año de recuperación económica como 2022.

Aumento de existencias, pero reducción de exportaciones. Este es el escenario base. E incluso si las existencias rusas se redujeran en 0,6 toneladas con límites a los próximos meses de 35 millones de toneladas, el mercado sería capaz de soportarlo.

Desde el punto de vista de las cotizaciones. En el mercado de futuros van al alza. Un 6% de rebote. Se negocia sobre los 800 dólares y todo apunta a que pueda superar, incluso, los 1.000 dólares ya que hoy en día Ucrania aporta más del doble al porcentaje de exportaciones globales del alimento, un 12% que cuando en 2014 Rusia se anexionó Crimea.

Y ahora los chips

Y a todo esto se suma un nuevo frente, el de los microchips. Hoy se ha hecho público un informe del Departamento de Comercio que deja una conclusión clara: como se interrumpa la cadena de suministro global a raíz del conflicto con Ucrania, las firmas estadounidenses dicen encontrarse en una grave situación de “fragilidad”.

Los inventarios no dan para más y esto es un problema. Han caído de 40 días en 2019 a cinco en la actualidad. Esto que es: como de la noche a la mañana no funcione la cadena engrasada de abastecimiento, los chips que tiene Estados Unidos para producir dan para cinco días, no más, ni una semana.

Esta es la conclusión después de preguntar a 150 empresas. ¿Las más afectadas? Las de la industria de los coches y electrónica. Dicen estas que no habrá una solución a corto plazo.

Los problemas, en este caso son, varios: por un lado, la dificultad de obtener materiales para producción, incluido también el equipo de fabricación de semiconductores. La pandemia y sus nuevas variantes que, dejando a la gente en casa contagiada, no puede hacer que las fábricas funcionen al tiempo y por último que el aumento de la demanda superar, y con creces, a la oferta.

Vehículo eléctrico, 5G, avances tecnológicos… en jaque por una crisis que ya se ha dicho de manera reiterada que hasta 2023 va a persistir en el tiempo. El suministro no sube, porque no hay fábricas que puedan hacer frente a un 17% más de demanda.

Porque el presidente ruso, Vladímir Putin, aquí tiene un talón de Aquiles y si él amenaza con invadir Ucrania y el gas. Estados Unidos pasa a la ofensiva con los microchips.

El objetivo: herir gravemente a la economía rusa, que apenas produce internamente semiconductores, lo que podría frenar el acceso del país a los suministros electrónicos globales.

¿Cómo se haría? Invocando una ley que hasta ahora no se había aplicado con ningún otro país del mundo. La “regla de productos producidos en el extranjero” que limitaría el acceso de Rusia a chips o productos con circuitos integrados. A esto se recurrió por Donald Trump en 2020 para dejar herida de muerte a Huawei y la firma no despega.

En general, la economía del país se vería muy afectada puesto que se paralizaría el crecimiento.

Estados Unidos, Japón, Corea del Sur, Taiwán… Rusia se suma a la larga lista de crisis. Prende el ‘granero de Europa’ y los mercados se tambalean y ahora con los microchips… otro fuego que Moscú tendrá que apagar en un sistema en el que los vientos soplan en su contra mientras el resto del mundo está en vilo.