El herbicida Roundup es un dolor de cabeza para Bayer. En 2016, la alemana adquirió la empresa estadounidense de ciencias agrícolas Monsanto, creadora del producto de la discordia, por 63.000 millones de dólares. Desde 2018, la farmacéutica está atrapada en un laberinto jurídico que ha hecho daño a sus cuentas. Todo ello por el glifosato, un ingrediente activo del herbicida Roundup, culpado por decenas de miles de americanos de causarles cáncer.

Después de acordar 10.900 millones de dólares sobre reclamaciones en 2020, y reservar 4.500 millones más un año después, la estrategia de Bayer ahora pasa por presionar a los reguladores de Idaho, Iowa y Missouri. En estos Estados la empresa teutona tiene importantes acuerdos comerciales y quiere que se aprueben proyectos de ley que garanticen la primacía de las leyes federales sobre el etiquetado de Roundup, un punto clave en varios de los litigios a los que se ha enfrentado Bayer.

Bayer presiona a legisladores de EEUU para que curen sus cuentas

Las indemnizaciones que tiene que afrontar la farmaceútica por los efectos del herbicida Roundup están lastrando sus cuentas

El glisofato sale caro

El caso más sonado hasta el momento tuvo lugar a finales de enero. Un tribunal de Pensilvania condenó a la farmacéutica a pagar 2.250 millones de dólares a un antiguo usuario del herbicida.

Aunque Bayer ha ganado 10 de los 16 procesos abiertos sobre este asunto, la alemana ha anunciado un recorte del dividendo del 95% en 2024 y pagará una cantidad mínima durante los próximos dos años para tratar de mantener un volumen de liquidez que le permita afrontar sanciones como la comentada.

El consejero delegado, Bill Anderson, no ha descartado que se divida el grupo para tratar de paliar los efectos de una caída en el parqué que supera el 50% en los últimos 12 meses. Lo cierto es que, desde la adquisición de Monsato por parte de Bayer, la trayectoria de la alemana en los mercados ha caído en picado. En abril de 2015 cada título valía 145 euros. Hoy, cotiza sobre los 28 en el Dax.