Cerdos entre bolsos de lujo y sábanas de seda. Así es la nueva campaña de Gucci con la que la prestigiosa firma italiana ha querido rendir homenaje al año nuevo chino, el año del cerdo.

Y aunque este guiño podría pasar por alto como una estrategia publicitaria más, nos cuestionamos: ¿mancillaría Gucci la elegancia de sus productos con un animal tradicionalmente de bajo rango como el cerdo si no fuera porque la mayor parte de sus ventas dependen de China?

En concreto, casi un 40% de las ventas de Gucci está en manos de los consumidores de Asia Pacífico. Región que incluye a China y a Corea del Sur, con especial mención a las regiones chinas de Hong Kong y Macao.

Esta dependencia en China está presente en todas las principales firmas de lujo. Las ventas del grupo LVMH, que posee marcas como Christian Dior, Givenchy, Loewe o Marc Jacobs, dependen en un 30% de los consumidores chinos. Para Versace, bajo el conglomerado de moda de Michael Kors, casi la mitad de sus ventas vienen de China y Corea del Sur. En el caso del grupo Richemont, con firmas como Cartier o Montblanc, la región supone el 40% de su mercado total.

Si las firmas de lujo triunfan en China, tienen gran parte del éxito asegurado en sus resultados financieros, porque los chinos suponen un tercio de las ventas mundiales del lujo. Cada año, se dejan más de 7.000 millones de dólares en relojes, ropa, perfumes, bolsos o cualquier otro artículo de alta gama. Una tendencia que irá a más: para 2025, la mitad del gasto total en lujo vendrá de los chinos. Y ninguna compañía quiere perder tajada.

Sin embargo, esa dependencia en China es un arma de doble filo. Porque cuando se tuercen las cosas, todo el sector se desploma en conjunto. Es lo que ocurre hoy tras conocer el último dato de importaciones y exportaciones en China, un dato muy relevante que sirve como termómetro para medir la salud del consumo a nivel global.

Las cifras han sido malas y han hecho saltar las alarmas de un deterioro en la demanda mundial. En concreto, las exportaciones chinas en el mes de diciembre han registrado su mayor caída en los últimos dos años, del 4,45%. Y las importaciones se han desplomado un 7,6%, su mayor caída desde julio de 2016.

Ese enfriamiento de la demanda en China ya se ha hecho sentir en todo el mundo. Las ventas se han desacelerado en productos como smartphones o coches, de ahí los recientes profit warnings de empresas como Apple, Samsung o Jaguar Land Rover.

A este mal dato se suma otro que añade más tensión. En este caso, en la guerra comercial, porque China ha registrado en 2018 su mayor superávit comercial con EEUU. Este superávit que mantiene con el país es una de las principales razones de Donald Trump para elevar los aranceles en productos chinos. Con este nivel récord alcanzado en 2018, China teme que Trump pueda aumentar las presiones sobre Pekín, lo que sumaría nuevos temores entre los inversores y, también, entre las compañías que dependen en gran medida del consumo chino, como son las firmas de lujo.

Además, la debilidad del yuan chino hace que los compradores cada vez gasten menos en el extranjero, cuando el gasto de los chinos cuando están de vacaciones representa hasta dos tercios del gasto total en lujo en el gigante asiático.

Y, con tal de destacar y meterse en el bolsillo a unos consumidores chinos que cada vez serán más selectivos en sus compras, si hace falta, se pone a un cerdo entre bolsos de Gucci que superan los 1.000 euros.