Evitar una crisis en el mercado de bonos. El mecanismo antifragmentación del Banco Central Europeo (BCE) para solventar los problemas de la deuda de los países periféricos va cogiendo forma entre los pasillos de Francfort para tener las cosas claras en la reunión de política monetaria del próximo 21 de julio.

Un esquema que ahora corre el riesgo de quedar paralizado entre nudos legales y políticos que podrían acabar con la medida estrella de Christine Lagarde para evitar que la economía de la eurozona se ‘estrelle’.

Escucha la historia completa en este podcast de Mercado Abierto:

La noche más larga de un BCE al borde del colapso fragmentado

El organismo que presidente Christine Lagarde, centrado en el desarrollo de un nuevo mecanismo antifragmentación, podría acabar sin poder actuar por los nudos legales y políticos

El Banco Central Europeo ya se ha equivocado una vez y otras tantas, pero ahora quiere pasar a la acción va a subir el precio del dinero. Los tipos de interés efectivos subirán en la reunión del próximo 21 de julio en 25 puntos básicos mientras que para septiembre, según como vaya todo, pisarán el acelerador. No mucho, pero sí podríamos terminar hablando de un rebote de hasta 50 enteros.

Si el asunto se descontrola, Lagarde ya ha dicho que ella está dispuesta a llegar a donde haga falta. Replicando aquel ya para la historia whatever it takes de su predecesor en el cargo, el ahora primer ministro de Italia, Mario Draghi en Londres, la exgerente del Fondo Monetario Internacional se ha ido a la histórica villa de Portugal de Sintra a hacer algo parecido.

La diferencia queda en que mientras el italiano se comprometió a “hacer todo lo necesario” para salvar al euro e inauguró para lograrlo su política monetaria expansiva, su sucesora acaba de prometer que “irá tan lejos como sea preciso” para combatir la inflación y estabilizarla al 2%.

Los anuncios vinieron cuando el mes pasado se reunieron en Amsterdam los 25 reguladores que componen el Consejo de Gobierno del supervisor para echar el cierre al plan de compras de deuda que durante la pandemia había estado vigente y sosteniendo a las economías del bloque comunitario.

A las puertas de confirmar lo que a todas voces se sabía, que el PEPP tocaba su fin... los costes de endeudamiento de los países más débiles, los del sur de Europa, se dispararon y en particular en Italia donde vimos una divergencia en los rendimientos con los Estados miembro del norte, un fenómeno que los banqueros centrales describen como "fragmentación". Y que no gusta, sobre todo, no nos gusta.

El BCE está dispuesto a, esta vez, no dejar caer a los países del sur de Europa sea como sea y nos sostendrá tanto tiempo como sea necesario. Eso a nosotros, nos viene bien.

Ya lo dejaba entrever Nadia Calviño, vicepresidenta económica, hace unas semanas cuando se le preguntó sobre el asunto y lo confirmó, a las horas, el gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos.

Aunque quien está entre ‘Pinto y Valdemoro’, Francia, no se muestra tan a favor de tejer la red entre el centro y norte para el sur aunque no quieren descuelgues.

¿Y ahora qué?

Al igual que la mayoría de los principales bancos centrales, excepto el Banco de Japón, el BCE ha dejado de comprar bonos (o no tantos como hasta ahora) y planea subir las tasas mientras busca reducir la inflación desde sus máximos de varias décadas elevando los costes de los préstamos y, por lo tanto, enfriando la demanda. Porque una cosa es no hundir al sur, pero tampoco dejar descuidada su tarea.

El BCE tiene que lidiar con el hecho de que los 19 países que comparten el euro todavía divergen en políticas fiscales que, en todo caso, no pueden moverse mucho más de lo que lo está ahora, lo que significa que pueden experimentar una creciente separación en los costes de endeudamiento de cada país, especialmente cuando los tipos elevan la ansiedad por los altos niveles de deuda.

La diferencia, o margen, entre los rendimientos de los bonos a 10 años de Alemania y los de Italia se ha duplicado en apenas unas semanas. Métricas que firman muy por debajo de los niveles alcanzados durante la crisis de la deuda soberana de 2012, cuando Italia pagaba casi un 5% más que Alemania por bonos a largo plazo.

Lo que ahora se espera es que este mecanismo antifragmentación del que poco sabemos se configure como un mero compromiso del BCE a comprar bonos de países cuyos costes de endeudamiento cree que están aumentando debido a la especulación del mercado a niveles más allá de los justificados por los fundamentos económicos.

No obstante, se espera que para poder acceder a estas inyecciones haya que cumplir unas condiciones, no tenues a cambio de los fondos de recuperación o el cumplimiento de las normas presupuestarias de la zona euro que, por cierto, están suspendidas hasta finales de 2023.

Atado de pies y manos

Visto esto, ¿se podría llevar al BCE a los tribunales por hacer su trabajo? Cuenta hoy Financial Times que sí y más después de la respuesta de los ministros de Finanzas de Alemania y Holanda, quienes insisten en que el BCE no debe fomentar la laxitud fiscal entre los estados miembro ni desviarse hacia la “financiación monetaria” de los gobiernos, lo que va en contra de los tratados fundacionales de la Unión Europea.

Ya se han puesto en liza en otras ocasiones las compras de bonos soberanos del BCE que, cabe recortar, el tribunal constitucional de Alemania en más de un ocasión ha impugnado.

Ahora preocupa que el organismo que preside Christine Lagarde pueda terminar atado por tantas condiciones que carezca de la potencia de fuego necesaria para contener a unos mercados que, ya lo hemos visto, cuando se le retira el dinero fácil, se molesta.