España avanza lentamente hacia el aprovechamiento del biogás, una fuente de energía renovable que ya representa el 15% del gas consumido en Europa, mientras en nuestro país apenas alcanza el 1%. Miguel Asensio, Director de Desarrollo de Negocio de Energía y Gases Renovables de SGS, explica que este retraso se debe principalmente a "la maraña legislativa en España, que realmente no es una legislación, son 17 legislaciones, que han hecho complicado el que existan" instalaciones de producción.
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¿Qué es exactamente el biogás?
El biogás se produce mediante digestión anaeróbica de residuos orgánicos. "Es como si tuviéramos un estómago gigante", describe Asensio. El resultado es un gas compuesto principalmente por metano, "exactamente la misma molécula de gas natural que tenemos que comprar a Rusia, Estados Unidos, Arabia, Argelia o cualquiera, solo que producida por métodos naturales".
Ventajas para el sector primario
Para las explotaciones ganaderas y agrícolas, el biogás transforma un problema en oportunidad. "En vez de pagar por tratarlo [el residuo] recibes dinero porque te lo compran y encima te evitas el lío", señala Asensio. Según representantes de Asaja citados por el experto, "había muchas explotaciones ahora mismo pendientes de que realmente se materializasen estos proyectos porque necesitaban ese ingreso".
Independencia energética
El desarrollo del biogás constituye una pieza fundamental del Plan Nacional de Energía y Clima (PNIEC), lo que contribuye a la autonomía energética española. Actualmente existen entre 200 y 300 proyectos en desarrollo administrativo, aunque con diversos obstáculos.
El papel de SGS
SGS participa en todas las etapas del proceso. Destaca su Global Bioscience Center en Lisboa, "uno de los laboratorios más avanzados del mundo de biotecnología", donde determinan qué cantidad de metano se puede extraer de diferentes mezclas de residuos y cuál es la combinación más eficiente.
El principal desafío para el sector es la aceptación social. "Hay una contestación social altísima", reconoce Asensio, quien propone soluciones como "dialogando con los pueblos y las comunidades" y ubicando las instalaciones a distancia adecuada mediante mapas de olores que permiten predecir el impacto.
Con apenas 15 o 16 plantas en funcionamiento frente a las 1.500 que existen en Europa, España tiene un largo camino por recorrer para aprovechar esta alternativa energética que transforma residuos en recursos, especialmente relevante para un país que es el tercero con mayor producción de materia orgánica del continente.