Un par de semanas atrás comentábamos en esta misma sección que una ley alemana sobre las redes sociales electrónicas exige a las grandes plataformas que controlen los comentarios que contengan relatos de odio, por ejemplo.  Los responsables de Facebook podían esperar, en caso de no hacerlo, desde multas por cantidades importantes hasta incluso una condena a dos años de prisión.

Varios casos hemos conocido ya, de corte parecido, donde el operador tuvo que censurar unas declaraciones sobre la sexualidad de una activista así como diversas expresiones políticas, de manera que la dirección IP alemana desde la que se hicieron fue bloqueada.

Pero hoy nos preguntamos ¿Hasta qué punto eso es posible en Internet, limitarse a un sólo territorio?

Sí, si uno se sirve de una VPN (Virtual Private Network) en otro país puede verlos aún residiendo en el interior de Alemania.

Pero es más, ¿compete a la Justicia (alemana en este caso) lograr que no se divulguen radicalmente dichos comentarios? ¿Tampoco desde otros países? ¿Y si allí está permitido?

Como vemos, la cosa adquiere tintes internacionales y se puede dar que por el camino de la  tecnología una ley de un país se imponga en cualquier otro país del mundo. Esta situación no es nueva. La propia Google también ha pasado por situaciones similares en relación al derecho al olvido, esta vez desde Francia.

El mundo es muy pequeño a estos efectos y a expensas de lo que acabe diciendo el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, o nos ponemos de acuerdo en determinados entornos acerca de los límites y el papel de estos operadores o serán ellos los nuevos jueces de la libertad de expresión en un futuro muy próximo.