Las promesas del presidente francés, Emmanuel Macron, no calman a los llamados “chalecos amarillos”. Según una encuesta realizada después de su comparecencia el 76% de los franceses se sienten decepcionados y aseguran que no ha respondido a sus reivindicaciones y preparan una nueva jornada de movilización el próximo sábado. El líder de la izquierda radical, Jean-Luc Mélénchon, también ha pedido que vuelvan las manifestaciones masivas.



Y eso que Macron anuncia una batería de medidas ante un "estado de emergencia económico y social". Se resumen en cuatro anuncios. El salario mínimo, ahora de casi 1.500 euros brutos, subirá en cien; el alza de las cotizaciones se congelará para los jubilados con pensiones inferiores a los 2.000 euros; las horas extra no tributarán y se pedirá a las empresas que paguen a sus empleados una prima especial de fin de año, no sujeta a impuestos. Macron pide al parlamento que apruebe estas medidas: "Queremos una Francia en la que se pueda vivir con dignidad a través del trabajo y, en este punto, hemos ido demasiado despacio. Quiero intervenir rápida y concretamente en esta cuestión. Pido al Gobierno y al Parlamento que hagan lo que sea necesario para que uno pueda vivir mejor con su salario de trabajo a partir de principios del año que viene. El salario de un asalariado mínimo aumentará en 100 euros al mes a partir de 2019, sin costes adicionales para los empleadores".

Macron, que comenzó censurando los actos de violencia, no rectificó en su decisión de suprimir el impuesto sobre la fortuna que lo pagaban aquellos con un patrimonio neto imponible superior a los 1,3 millones de euros y que fue sustituido por un impuesto sobre la fortuna inmobiliaria.

El presidente galo finalizó su discurso, de trece minutos, con una alusión a la necesidad de abrir un debate sobre la inmigración y de revisar el sistema de representación política.