El 11-S. Word Trade Center. Dos aviones impactan en cuestión de minutos contra las Torres Gemelas. La imagen da la vuelta al mundo directo. Wall Street no abre. Será así durante los próximos seis días. El mundo entero, en silencio, contempla estupefacto el derrumbe del símbolo de Estados Unidos. 20 años después: ¿qué ha sido el mundo? ¿Cómo han evolucionado los mercados financieros?

Escucha la historia completa en este podcast de Mercado Abierto:

11S: el crack que cambió la historia del mundo para siempre

Wall Street cerró el día de los atentados y no volvió a abrir hasta una semana después con caídas superiores a los dos dígitos

08:46 de la mañana en Nueva York. Amanece en la capital del mundo; en la ciudad que, pese a que no hayamos visitado, sentimos como nuestra. 14:46 de la tarde hora peninsular española. El vuelo 11 de American Airlines impacta contra la torre Norte del Word Trade Cender.

09:02 segundo vuelo 175 de United Airlines embiste la torre Sur del Word Trade Center.

11-S. ¿El año? 2001, pero desde entonces este dato es menos relevante. Aquel día el sol salió por el este y se puso por el oeste, como cada 24 horas, pero esta vez dejando tras de sí dos edificios (los más altos del mundo hasta entonces) reducidos a escombros en un mundo reinventado, de una manera u otra. La vida y sus matemáticas, al menos, como las conocíamos hasta entonces ya no existen,

Todo el mundo, excepto quien llegó al estos lares después de esta barbarie recuerda, de algún modo u otro dónde estaba aquella tarde. En un avión camino de cualquier otro punto del planeta o, lo mismo, también hacia Nueva York, comiendo en la cocina de casa de tus abuelos o quizás en el metro volviendo del trabajo.

Pero a las 14:46 (hora peninsular española) todo se paró y sin ir sobre seguro decidimos esperar. Minutos más tarde, las cadenas de televisión de todo el mundo interrumpían su programación habitual para informar sobre un suceso que pasaría a la historia.

Un día en el que Google falló al mundo

Lo dijo en un documental el que fuera jefe de operaciones de búsqueda de la tecnológica, Amit Singhal: la gente buscaba información y no supimos responder.

En total más de 2.977 personas murieron en los ataques terroristas en la ciudad de Nueva York, en la capital federal del país, Washington y en las afueras de Shanksville, Pensilvania, cerca del Pentágono, epicentro de la seguridad nacional de los Estados Unidos.

Las noticias se sucedían una tras otra… los periodistas, narradores en directo de una pesadilla no podían creer lo que estaba pasando.

Pero pese a ser difícil de asimilar, la realidad fue más fuerte que la ficción. Un hecho que demostró la vulnerabilidad de la primera potencia del mundo y cómo con poco, si se quiere, se puede infligir mucho daño.

20 años de una guerra inacabada

19 suicidas y cuatro aviones de pasajeros fueron suficientes para que Estados Unidos pidiera al régimen talibán de Afganistán la extradición del ya entonces terrorista más buscado del mundo: Osama Bin Laden.

Rechazada la petición, Washington decidió, literalmente, ir a la guerra. Un conflicto que, no sé si les suena, 20 años después no han sido capaces de resolver.

Porque con paciencia, los talibán han vuelto hace apenas unos días a controlar un país que a Estados Unidos le ha costado más de 2.400 militares y 2 billones de dólares. Pero el presidente, Joe Biden, los avisaba: no habrá un próximo 11-S

El 2 de mayo de 2011, meses antes de conmemorar el 10ª aniversario del ataque, el entonces presidente de Estados Unidos, Barack Obama, anunciaba que fuerzas de seguridad estadounidenses habían localizado y acabado con la vida de Bin Laden en Pakistán.

Candado en Wall Street

11 de septiembre. 09:00 de la mañana. Nueva York en silencio tras el primer impacto no sabe que en apenas 120 segundos otro avión acabará, por completo, con el Word Trade Center.

A 8 minutos. Menos de un kilómetro de distancia. Este martes... la campana de Wall Street no suena. Y no lo hará hasta dentro de seis días. Europa, a apenas unas horas del cierre, mira expectante al principal mercado del mundo, pero allí ahora no pasa nada.

El Dow Jones de Industriales que había cerrado el día 10 sobre los 9.500 puntos abre el 17 rozando los 9.000 enteros, pero el batacazo y las ventas llegan una semana después cuando toca su mínimo histórico sobre los 7.926.

Las pérdidas solo en el sector inmobiliario en aquella semana se tradujeron en más de 21.800 millones de dólares, las aseguradoras perdieron casi 20.000 millones más y el S&P 500, tras ceder casi un 12%, perdió más de 1,4 trillones de negociación.

Ante el colapso la Reserva Federal actuó. En un comunicado trataba de calmar los ánimos y decía: “El sistema de la Reserva Federal está abierto y en funcionamiento. La ventanilla de descuento está disponible para satisfacer las necesidades de liquidez”.

Este viernes, dos décadas después del batacazo Estados Unidos se ha recuperado. El mercado estadounidense está en un rally alcista del que no se baja.

El Dow Jones coquetea cada día los 35.000 puntos y récords históricos mientras que el S&P 500 trata de hacer algo con los 5.000 enteros. Y luego está el tecnológico, el Nasdaq que cada 24 horas trata de hacer historia de salto en salto hasta sobre los 15.000 enteros.

Aerolíneas quebradas

Tras el ataque el negocio que más acusó los atentados fue el de las aerolíneas. Muchas, en menos de un año, se declararon en banca rota, como US Airways que se acogió a ella en agosto de 2002. Boeing tuvo que despedir a más de 30.000 trabajadores y otras como American Airlines o Delta Airlines, por muchos que lo intentaron, no consiguieron salir de los números rojos.

Renacer de la tecnología

Sin embargo, en 20 años el mundo cambia, los mercados también y aquel 11 de septiembre de 2001 nada era como es hoy. Nadie usaba Gmail ni Google Maps, ni veía vídeos en YouTube, ni publicaba sus fotos en Facebook. Aún tardarían en aparecer WhatsApp e Instagram, Skype, Zoom, Tik Tok o Uber. Ni rastro de Tinder. El acrónimo FAAMG, que engloba a Facebook, Amazon, Apple, Microsoft y Google, tan presente hoy en la jerga bursátil, ni siquiera existía. Y Wall Street decidió mirar hacia el futuro.

En septiembre de 2001, Microsoft, Intel e IBM eran las firmas tecnológicas más valiosas del mundo. Claro que el tamaño de Microsoft en la época era de algo más de 350.000 millones de dólares mientras que ahora sobrepasa los 2 billones.

En cambio, IBM ha perdido valor y por la mínima roza los 100.000 millones. En la clasificación de las veinte compañías de mayor capitalización bursátil a comienzos del siglo, aparecían los grandes operadores de telecomunicaciones y telefonía del momento: Nokia, Ericsson y Motorola. Pocos se acuerdan hoy de esta reliquias.

Canon y Fujifilm destacaban en el mercado fotográfico. Hoy sobreviven a duras penas. Cisco Systems, Oracle y SAP destacaban como importantes firmas ligadas a los servicios digitales. Estas han conseguido resistir el envite algo mejor.

¿Cómo hemos cambiado?

Las dos últimas décadas han visto convertirse en gigantes a empresas del sector de semiconductores, como Nvidia, ASML, Broadcom y Advanced Micro Devices que, por aquel entonces, no eran más que subsidiarias de las grandes telecos. El mismo camino han seguido compañías especializadas en el desarrollo de software y servicios digitales como Salesforce, Adobe o Intuit.

Pero el miedo a que todo este castillo se desvanezca de un soplido todavía está ahí. Hoy no seria, dicen los expertos, un 11S al uso, pero sí un gran hackeo mundial que, tal y como alertaba el exdirector hace 20 años de la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos (SEC), Harvey Pitt, sería hoy lo equivalente a un 11 de septiembre. Y ante esto, alertaba, vivimos con miedo cada día.

Así las cosas un 11S hoy en día no acabaría con la actividad de la bolsa porque, dicen los que saben, que el gran volumen de operaciones (y más tras la pandemia) es electrónico por lo que un cierre de seis días en Wall Street como pasó hace ahora 20 años es impensable.

Veinte años de aquella mañana en la que el mundo se cerró y cambió para siempre. Pero llegó el día 12… y el 13… y la actividad volvió a bullir sobre las calles de un bajo Manhattan que desde entonces, no han vuelto a ser las mismas.