El Foco de Mercado Abierto lo colocamos en Malasia y su agricultura. Con una tasa de desempleo del 4,6% y un PIB de apenas 315.000 millones de euros, menos de por lo que cotizan empresas como Apple, Amazon o Meta el país está en una disyuntiva.

Sube los tipos de interés, lo ha hecho, de hecho, este jueves en un cuarto de punto hasta el 2,5%.

Escucha la historia completa en este podcast de Mercado Abierto:

El aceite de palma amenaza con dormir al 'dragón' malasio

Un país que espera en la casilla de salida a la sombra de la todopoderosa china y para la que el aceite de palma es lo que el petróleo para los países de Oriente Medio allá por principios del siglo XX

Dicen que quieren moderar la inflación, pero que nadie se preocupe que esta decisión de hoy no es el preludio de un camino de endurecimiento de su política monetaria porque el país es consciente de que hay trenes que solo pasan una vez en la vida y no quiere perderlo.

La guerra lanzada por Rusia en Ucrania y la cascada de sanciones internacionales dispararon, en su momento, los precios de unas materias primas que ahora, a la baja, anticipan el último escalón previo a la recesión económica. Tormenta perfecta que entre huracanes aprovecha Malasia por el incremento de la demanda de un producto denostado, el aceite de palma.

En las últimas décadas hemos visto que, poco a poco, las marcas han ido barriendo del mercado y las estanterías de los ‘super’ cualquier indicativo de que sus productos podrían contar con este “veneno”. Algunos incluso lo utilizaron de reclamo publicitario, pero ahora muchos vuelven a él.

El denostado

Nutricionalmente no es bueno, tiene un alto contenido en ácidos grasos saturados y por la vertiente medioambiental, el cultivo de esta materia genera deforestación allí donde se planta y destruye el hábitat natural de los animales que habitan las ramas de los árboles.

Por los bombardeos en Ucrania, multitud de productores recuperan al aceite de palma. Ese cuñado que nadie quiere en las cenas de Navidad, pero que hay tiene que estar.

Ante esta tesitura, el primer productor mundial, Indonesia, se encontró ante la paradoja de cultivar más que nadie pero tener problemas de suministro interno, ya que los precios que estaban dispuestos a pagar los importadores eran superiores a los de las compañías del propio país.

Problemas en el Sudeste asiático

Pero finalmente, el Gobierno terminó por prohibir durante casi un mes la exportación del aceite refinado con el objetivo de asegurarse el suministro interno. Y aquí fue cuando Malasia se ofreció a cubrir la demanda internacional, pero comenzaron a subir los precios de los fertilizantes, no salía a cuenta producir y, además, tenían dificultades para tener recolectores.

Las tuvieron entonces y ahora también. Los principales productores del país prevén recortes en 18 millones de toneladas - esto es el 40% de la producción total del país. Trabajadores extranjeros vuelven, pero muy poco a poco y por tercer año la encrucijada laboral pone en peligro a la economía malasia.

La controversia es que la industria depende de trabajadores extranjeros que las autoridades quieren atraer al país, pero no llegan por las restricciones pandémicas.

En el mercado, los precios de referencia para la entrega de noviembre han subido hasta un 1,6% sobre los 3.749 ringgit (833 dólares) la tonelada este mismo jueves, antes de volverse a negativo para cerrar en su nivel más bajo desde hace más de dos meses con consecuencia de la caída de los precios del aceite de soja en ella Bolsa de Chicago.

Contratiempos para una industria que podría hacer despegar a un país que espera en la casilla de salida a la sombra de la todopoderosa china y para la que el aceite de palma es lo que el petróleo para los países de Oriente Medio allá por principios del siglo XX.